Hubo una época en que la plaza de Europa funcionó como intercambiador. Los que ya tengan un número considerable de años recordarán que, de aquella, la Puerta la Villa era una playa de asfalto en la que maniobraban autobuses urbanos y toda una serie de ... autocares que transportaban estudiantes que aspiraban a ser leyenda urbana, quintos de permiso, señores de Cuenca, excursiones de jubilados y otros viajes organizados, tanto legales como alegales. Alguien, con buen criterio, decretó que tanto cacharro humeante en pleno centro urbano no casaba mucho con el modelo de ciudad habitable y las marquesinas metálicas, el asfalto bacheado y las aceras diminutas se convirtieron en la superficie casi sin tráfico y con algo de vida que es ahora.
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Es curioso cómo, años después, los gurús de la movilidad tratan de meter de nuevo en los centros urbanos los autobuses que otros gurús se afanaron en sacar fuera. Los que no tenemos ni idea de movilidad podemos asistir perplejos al espectáculo o aplaudir como focas en ambas situaciones, no sin preguntarnos qué diferencia de concepto hay en aquella salvaje plaza de Europa y el intercambiador eco-friendly de la plaza del Humedal. Sí, las marquesinas de aquella eran un amasijo de hierros y las de ahora podrían salir en un anuncio de compresas pero, por lo demás, la idea es devolver al centro mismo de esta villa marinera el tráfico de autobuses en nombre de la movilidad sostenible. Mismo perro, distinto collar.
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