Gijón se va a llenar de intercambiadores. La época pre-electoral tiene estas cosas. Si en Madrid hay quien promete una playa en cada barrio (sí, en época de pertinaz sequía), en esta villa marinera se presenta el flamante intercambiador de Cabueñes, nuevo reclamo con ... el que el Principado parece salir al rescate del gobierno municipal y que se suma al polémico proyecto del Humedal.
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Este humilde juntaletras no está por la labor de ponerse a explotar globos para chafar la fiesta. En primer lugar, porque tenemos una larga tradición de fiestas y globos que se desinflan solos, como para que le echen la culpa a uno de cargarse la celebración. Y en segundo lugar, porque está por ver en qué condiciones se desarrollan los susodichos intercambiadores, en una ciudad en la que aún tenemos una estación de autobuses de la época de la diligencia, un metrotrén que ni está, ni se le espera, y una estación intermodal con un proyecto al que se llevan dando giros de trescientos sesenta grados desde hace lustros. Que si a algún lector le parece antiguo el término 'lustros', imagínense lo que será de vetusta esa historia, que dicen las malas lenguas que se empezó a redactar en latín. Sumémosle ahora la pérdida de las ayudas europeas por no poner la alarma del móvil para abonar las tasas de las casetas y puede que ni tengamos nuevos autobuses aunque, no hay mal que por bien no venga, quizás se pueda usar como excusa para tirar por el retrete la millonaria reordenación de líneas, fantástica pero que sólo se ha olvidado de un detalle: para qué ciudad está diseñada. Un panorama fantástico para sacar nuevas ideas a colación, que serían frenadas en cuando se presentara el primer problema, más o menos, a los cinco minutos de meterse en harina.
Que las paradas de autobuses y taxis en el entorno del hospital son de todo menos funcionales es un hecho innegable. Que ponerse ahora a diseñar nada es aventurarse a hacer un proyecto con fecha de caducidad, también, máxime cuando se ha avanzado muy poco en la ampliación del hospital. Fíjense, que ni se ha procedido a la tradicional clausura de plazas de aparcamiento gratuitas con la que se inicia cualquier obra de este calibre. Lo ideal sería partir de un modelo unitario para toda la ciudad en lugar de ir colocando parches pero, a estas alturas, queda meridianamente claro que lo máximo que podemos esperar es que los parches no se anulen unos a otros. Ah, bueno, y que alguno salga del papel algún día, aunque eso es mucho pedir.
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