Siempre me he preguntado qué demonios recomendaría el décimo dentista de los consultados en aquel anuncio de dentífrico. La duda era si no se sumaba a la corriente general (y patrocinada) de los nueve anteriores porque era un espíritu incorruptible, porque era como los diputados ... torpes que se lían con los botones o porque prefería que a los pacientes se les pudrieran los dientes por no cepillarse, que vender la solución a lo que te da de comer tampoco parece muy inteligente. El caso es que el dato que destacaba era que la mayoría de los odontólogos consultados apoyaban lo lógico, lo que se esperaba en esa situación.

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Todo este rollo viene a colación del intercambiador de El Humedal que, por si están ustedes despistados, consiste en llenar de andenes, pérgolas y autobuses el mismo centro de esta villa marinera y a la opinión de la patronal del transporte, que considera 'irrenunciable' el proyecto. A ver, otra cosa no se podía esperar, que es de lo que viven, igual que si le preguntan a los constructores por el 'Solarón', no esperen que defiendan una alfombra verde para que correteen los perretes. Pero el caso es que una ciudad es algo en cuyo desarrollo hay que tener en cuenta diferentes opiniones. Entre ellas, aunque parezca sorprendente, la de la propia ciudadanía, que posiblemente no esté por la labor de dar su visto bueno a esta playa de andenes.

Habida cuenta de que Gijón carece, en la práctica, de estación de autobuses y que la intermodal llegará cuando ya no haya que desplazarse en ferrocarril, no parece descabellado pensar que un intercambiador haría oficiosamente las funciones de esa estación que ni está, ni se le espera, con lo que acabaría siendo una opción tan definitiva como lo es la estación 'provisional' de trenes. Previsiones pesimistas aparte, sorprende sobremanera el hecho de que para los ferrocarriles no fuera necesaria una centralidad que sí apareció en el caso de los autobuses. Y además, en superficie, siguiendo una línea diametralmente opuesta a todo lo que se propugnó por el anterior equipo de gobierno que era, básicamente, que todo lo que tuviera motor se quedara aparcado en los arrabales.

Está por ver si el recién entrado gobierno municipal matiza aún más su postura que, antes de las urnas, era prácticamente de rechazo absoluto. Es complicado renunciar a este tipo de infraestructuras pero más complicado aún es tener un modelo de ciudad con un parche de hormigón y autobuses al ralentí en pleno centro.

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