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Ahora que el intercambiador del Humedal ya se ha ido al cubo de la basura, junto al almanaque del año que termina o la tableta de turrón de coco que alguien intentó colar en la cena familiar, sería momento también, dadas las fechas que manejamos, ... de exponer nuestros deseos para el futuro. Pero es cierto que estamos en Gijón, la ciudad de las obras interminables, y que dejar los torreznos, apuntarse (y acudir) al gimnasio y viajar por los siete mares son objetivos mucho más a mano que los proyectos abiertos en esta villa marinera. No crean ustedes que estas líneas son una carta de rendición producto de años y años de buenos propósitos incumplidos (la maraña de vías, Tabacalera, la Zalia, etc.) sino de que igual el propósito para el Año Nuevo tiene que ser abordar los asuntos de otra manera y dejarse de andar en círculos.
A 2024 ya no le pido que se terminen los proyectos. Le pido, únicamente, concreción. Todo mengua al cocer pero aquí ni siquiera hemos sido capaces de encender los fogones. Somos expertos en camuflar la inoperancia y la ineptitud detrás de unas supuestas amplitud de miras y ambición que nunca llevan a nada. Y ya que ha quedado claro que tenemos decisión para tirar abajo las ideas absurdas, como llenar el centro urbano de marquesinas, o seguir esperando a que del secarral que era el 'solarón' brotaran bloques de viviendas, quizá debamos empezar a ser ya igual de directos para poner orden en todo lo que hay pendiente.
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