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Hace unas semanas, en esta misma columna, alertaba del riesgo de liar la madeja del vial de Jove resucitando los fantasmas del túnel de Aboño pero, en esta ciudad de retrasos, no ha hecho ni falta introducir más factores en la ecuación. Lo de Jove ... se demora porque sí. Ni siquiera han tenido que recurrir al comodín del ánfora romana en medio del trazado ni a la pieza que viene de Alemania en diligencia. Se apela a dejar el proyecto bien rematado, como los pintores que te tenían tres meses el portal lleno de periódicos porque no daban con el grumo del gotelé, y a otra cosa, mariposa, que con todo lo que hay pendiente de finalizar en esta villa marinera, no damos abasto ni para quejarnos.
Y ese el problema: que los retrasos sine die forman parte ya de la normalidad de los proyectos en Gijón. Ya se pueden juntar en la reclamación Ayuntamiento y Principado, que lo único que se van a encontrar serán buenas palabras y una hoja de ruta con muchas fechas. O un proyecto para plantar quince mil arbolitos más en aras de la eco-resiliencia, como los que empezaron a colocarse a bombo y platillo hace unos días, por si no había ya bastante cachondeo con la contaminación. De lo del vial de Jove, con suerte, sabremos en unos años. Y ojo, a ver si los expertos en marketing nos cambian el túnel por unas pantallas acústicas que, si ya aceptamos como AVE algo que sólo es un tren rápido, no hay nada que nos proteja de recibir un vial que no cumpla lo pactado.
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