La cuesta

Vean si no la ZALIA, que no nos admiten cambios ni por defectuosa ni por no haberle dado uso. Sí que es verdad que el proyecto se redactó con los cálculos en sextercios y es difícil colar que está en garantía. Y ahí la tenemos, criando plumeros de la pampa y esperando que alguien invierta en ella (si es que a veces somos unos chistosos, sí). Después de acabar el último plazo de venta, solo han llegado tres ofertas para diez parcelas posibles. Otras tres, ni se intentaron colocar a la espera de que llueva el dinero del cielo. Y así la historia sigue sumando años sin que tengamos ni cobre ni tapas de alcantarilla que robar. Y ojo, que tampoco es un problema sangrante como el vial de Jove o el plan de vías. La ZALIA está ahí en el desván de las cosas sin usar, junto al ukelele, la yogurtera, el laser-disc y la butterfly pillow y sólo molesta, de momento, la moto que nos vendieron con ella, pero sí es sangrante lo poco que se hace para que algún día tenga utilidad.