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Nos está quedando un invierno ciertamente entretenido a cuenta del mundial de fútbol. Porque, si alguien de ustedes, a estas alturas, piensa que ya se ha escrito la última página de la historia y que nos quedamos llorando viendo cómo el nieto de Naranjito se ... aleja hacia otros puertos con menos remilgos, tengan por seguro que hay aventuras de esta saga pendientes de lanzar. Primero, porque nadie ha intentado cerrar nunca un ataúd con tanta energía para que la tapa salga volando y que se mueva el difunto del impacto como con la campaña publicitaria de 'Ser mundial' (que digo yo, que con mantener un perfil bajo, hubiera quedado zanjado el tema, sin más). Segundo, porque la propia normativa de la 'carrera' de ciudades candidatas lo permite, que han conseguido superar al reglamento de Fórmula-1 y al prospecto de algunos jarabes en cuanto a complicación y número de supuestos. Es más: si apareces con el dinero suficiente, la FIFA coge y se lleva la final del Bernabéu a la isla de Cabrera. Que les gusta el balompié pero todavía más los negocios hechos a su alrededor.

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