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Decíamos no hace mucho que, dentro de las zonas de aparcamiento regulado, había dos tipos de calles: las que están ocupadas siempre y las que nunca va nadie a aparcar en ellas. Puede ser una exageración, sí, pero lo cierto es que aún no se ... conoce la ciudad en la que la regulación de aparcamientos haya servido para algo más que para recaudar en aras de una rotación de plazas y un efecto disuasorio contra el uso del vehículo particular que son tan tangibles como los aparcamientos, también disuasorios, e invisibles como la rotación.
A la vista de que sólo el azul no basta, otras ciudades han rizado el rizo llenando las calzadas de vivos colores que nadie sabe muy bien para qué sirven y que tampoco soluciona el problema, ni para los residentes, que se pegan por las plazas libres como si fueran 'Los juegos del hambre', ni para los no residentes, que será un triunfo si aciertan el color donde pueden estacionar sin acabar en el depósito de la grúa. Y en ese punto estamos en esta villa marinera, cerca de entregarnos sin reservas a dejar las calles más decoradas que el patio de un colegio y a extender el cobro por zonas aún inexploradas. Dice la concejalía del ramo que sin la adhesión vecinal no va a haber ampliación posible. Pero esto no es como la ZBE de La Calzada, porque hay una empresa detrás de los parquímetros y no va a querer que les paguemos con chapas. Así que, antes de meternos en otro jardín, habrá que ver si realmente nos va a merecer la pena.
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