La cumbre del 'bla, bla, bla'. Greta Thunberg ha bautizado la conferencia de Glasgow en una de sus habituales apariciones mesiánicas. La niña profética se ha convertido en una joven histriónica y desgarrada, un recordatorio en sí misma de que casi nada cambia de una ... conferencia del clima a otra excepto la sede y algún cargo electivo. La activista, portavoz no se sabe de cuántos, no ve más que una operación «de relaciones públicas en el encuentro de mandatarios». Un gran espectáculo verde en el que ella misma forma parte del paisaje. A estas alturas, resulta difícil imaginar una cumbre sobre el cambio climático sin la inefable sueca, que ha hecho tanto por poner de moda el asunto como para ser candidata al Nobel. Ella es el símbolo de la protesta, pero también su debilidad. Greta concentra la atención y su fotografía acapara portadas, pero acalla las voces que deberían protagonizar el debate. Si hacemos de ella la referencia en lugar de escuchar los más que solventes argumentos de la ciencia, la lucha contra el cambio climático no será difícil de rebatir. Basta con encontrar un buen eslogan para estar a su altura. Encarnar un movimiento en una figura reconocible es una eficaz operación de imagen, pero reduce su vigencia y encadena su futuro a las debilidades y contradicciones de ese liderazgo. En el caso de Greta, tal vez solo con envejecer pierda su efecto.
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La irrupción del movimiento juvenil ha contribuido a sensibilizar al mundo. La generación que encarna el porvenir ha dirigido su mirada al medio ambiente con efectos evidentes en el discurso político y económico, aunque solo sea porque son los votantes y consumidores de mañana. En la presentación del acuerdo sobre la financiación de la transición tecnológica, uno de sus principales impulsores, el banquero Mark Carney, se emocionó al mencionar el reproche de Thunberg y de otros jóvenes sobre la actual generación «robando el futuro» de las siguientes. Sin embargo, una encuesta realizada por la ONU a casi medio millón de jóvenes señaló que la preocupación por el medio ambiente tiene menos que ver con la edad que con el nivel educativo y la capacidad económica. Lo mismo que les ocurre a los países. Una parte del mundo y de la sociedad que no se sienten representadas por los potentados, pero tampoco por Greta. Y que conviene no perder de vista para saber si hablamos de salvar el mundo o solo parte del negocio.
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