![En la muerte de una niña](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202212/01/media/op%c3%acnion.jpg)
![En la muerte de una niña](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202212/01/media/op%c3%acnion.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Si algo nos han enseñado las guerras es que cualquier persona puede matar, sea cual sea su condición social, género, ideología o religión, etnia, nivel cultural o económico, clase… Ni siquiera influye eso tan abstracto y subjetivo de ser buena o mala persona, esa bondad ... de la que Machado hablase. En un reportaje sobre la guerra de la antigua Yugoslavia, un individuo explicaba que había pasado de arreglar televisores en el barrio donde vivía a coger un fusil y disparar contra sus vecinos como si estuviese cazando conejos. Y lo explicaba con una sorprendente simpleza: era lo que tocaba hacer en cada tiempo.
Ya ha pasado un mes de la muerte de una niña en Gijón, según todos los indicios a manos de su propia madre. El suceso que nos convulsionó socialmente, que llegó a convertirse en un bronco debate político, se ha ido diluyendo en cuanto otras cuestiones ocuparon el espacio mediático. Parece que el tiempo pasa muy rápido y que el dolor o la indignación social desaparecen con tanta rapidez como su temperatura sube cuando se producen. La maquinaria de la supervivencia diaria aplasta a la caravana de la muerte y a veces solo somos capaces de indignarnos cuando nos lo indican los mecanismos sociales. Así, el tema volverá a salir cuando se produzca el juicio y el esclarecimiento del crimen. Hay algún caso reciente en que asesinatos infantiles se convirtieron en culebrones, como una parte más en el consumo de la toxicidad social en la que estamos envueltos.
La muerte de un niño a manos de sus progenitores es uno de los crímenes con mayor rechazo social. En primer lugar por la muerte a corta edad de una persona. Francisco Umbral, en 'Mortal y rosa', decía: «Un niño enfermo es la visualización del suicidio incesante de la especie, es, más que un crimen, una profanación». Y si el escritor habla de la muerte de su hijo por enfermedad, qué decir cuando esa muerte es inducida. Además, por uno de quienes están encargados de protegerle y, en vez de prepararlo para la selva social, la casa familiar se convierte en planta carnívora. Que en este caso haya sido la parte materna la responsable del infanticidio ha supuesto otra vez que aflore uno de esos absurdos debates que aprovechan cualquier circunstancia, hasta la muerte de una niña, para salir a flote. Está claro que la violencia en todos los órdenes y el conjunto de la estructura social es mayoritariamente masculina, basta con estudiar las cifras, lo cual no quiere decir que las mujeres no puedan utilizar la violencia hasta en sus elementos más duros y crueles. Entre los crímenes cometidos por el nazismo, en su aspecto íntimo destaca el de Magda Goebbels haciendo tragar cianuro a sus seis hijas.
Y es que la maternidad está considerada culturalmente como el hecho primigenio que necesita cualquier ser humano, muy por encima de la paternidad. Tradicionalmente una ocupa el espacio interior, la otra el espacio público, algo que parece estar cambiando o al menos es puesto en cuestión. Aunque ambas cosas no son compartimentos estanco y tienden a mezclarse, como parece ocurrir en este caso. Según lo que se ha podido saber, estaríamos ante una de esas guerras civiles interfamiliares que tan a menudo se dan entre los muros de las casas a razón de metro cuadrado el combate fratricida. Por fortuna solo excepcionalmente el conflicto acaba en sangre, más una de las cosas que está en su origen, el concepto de propiedad de los padres respecto a los hijos, es algo muy arraigado. Hasta cierto punto tiene una parte positiva, aquella donde, en especial la maternidad, se convierte en protectora frente a unos mecanismos sociales bastantes defectuosos. Lo cierto es que cualquier sociedad está poblada de madres coraje, lo cual no quiere decir que se pueda ir al extremo contrario. 'Lo maté porque era mío' indica que cualquier relación tiene sus límites. La cuestión es que la intervención de los poderes públicos es algo muy complejo, no soy especialista, pero la cuestión no es fácil.
La pulsión de matar está ahí y no va desaparecer, aunque sea en sus formas más crueles con una niña de seis años. Podemos llamarles monstruos, psicópatas, pedir toda la severidad de la ley y su endurecimiento, pero quien ejerce esa pulsión es humano, forma parte de la sociedad y puede estar considerado buena o mala persona, extrovertido o introvertido, simpático o desagradable, educado o sin educación… En la historia del crimen hay de todos los tipos. Quizás nunca sepamos la pulsión última que llevó a esta madre a matar a su hija (si ha sido así) y con lo que es posible que nos encontremos sea con alguna justificación como la del francotirador de la antigua Yugoslavia. Es, simplemente, la banalidad del mal.
La cultura nos puede servir para conocer la barbarie, pero no para librarnos de ella. Eso, de momento, no se ha inventado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Nuestra selección
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.