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La frase de 'la España vaciada' ha tenido un gran éxito. Más exacto sería decir 'la España abandonada' o 'la España despoblada'. Por contra, nunca como en estas décadas estuvieron los pueblos y las aldeas tan cuidados, y nunca se metió tanto dinero, público y ... privado, en arreglarlos. Hay una minoría de pueblos abandonados, es verdad, pero si los que nacieron allí, los que tienen allí sus raíces y sus escrituras de propiedad no vuelven nunca y lo dejan caer, ¿de quién es la culpa?
En Asturias, el gran problema del mundo rural viene resumido en este dicho antiguo: 'oveja de todos, se la comen los lobos'. Y la cuestión no está ni en la oveja ni en los lobos, está en ese 'todos'. Lo que es de 'todos' se lo come la desidia y el abandono. Hay un cuarenta por ciento de paro juvenil, pero ni un plan para emplear a esos jóvenes donde hay trabajo. Y en el mundo rural hay mucho trabajo pendiente y la inversión necesaria es mínima.
Nunca en la historia de esta región se gastó tanto dinero público en la protección de la naturaleza y nunca estuvo la naturaleza tan manga por hombro. Especies que van camino de la extinción, como el salmón o el urogallo, y otras que se pasean por las calles, como el jabalí, o invaden los campos, como el famoso plumero de la pampa. En Oviedo, los jefes perpetuos de manipulación de la naturaleza se reían del exterminio de aves acuáticas del parque de Isabel la Católica por las nutrias introducidas en el río Piles. ¿Reclamó el Ayuntamiento daños y perjuicios a los responsables? Seguro que no. Si lo hace un perro, abrasan al dueño.
Los que frecuentan la montaña observan su deterioro continuado y creciente: senderos y caminos que come y cierra la maleza, fuentes y manantiales que se pierden, camperas y prados que se degradan, cabañas que se derrumban y el mazazo final de los incendios forestales. Lloran de impotencia y rabia los alcaldes de España por la televisión. Igual en vez de acudir tanto a la capa del cambio climático que todo lo tapa, convendría más cambiar de método y pasar a pagar por vigilar e impedir que se prenda fuego al monte en vez de por extinguir los incendios. Y ahorrábamos el agua.
Poco a poco, se abandonan las majadas y las caserías. Ya no se siegan los prados lejanos ni se turna su pasto. Pero todavía se yerguen los fresnos fundacionales. Son los mismos que enferman, mueren y se extinguen en Europa. Son los que en estos días de la seronda daban cañas y hojas para alimentar al ganado cuando el pasto escaseaba. Y leña para cuando llegue el invierno. Fueron los fresnos testigos del esfuerzo de los antiguos que levantó cuadras y cabañas. Piedra a piedra se alzaban las paredes y los carros de bueyes subían las vigas de roble desde lejanas serrerías. Pontones, cabios, tablas y tejas que los teyeros llaniscos cocían en hornos improvisados sobre el terreno. Los comederos para el ganado, la tenada, el bebedero... La cabaña, el camastro, la fresquera y la chimenea donde el pastor cocinaba y se calentaba. Y un texu que ahuyentara los malos espíritus. Ahí crecieron los fresnos, año tras año, vendaval tras vendaval, nevada tras nevada. Y desde su altura vieron la gotera que pudre la viga y derrumba los muros. Soledad, ruina y abandono, enfermedad y peste. También se mueren los fresnos seculares en la Asturias abandonada de la España desforestada.
PD.-Tuit al señor Barbón: Respeto y cortesía fundamentan la convivencia social. Faltando a la verdad, faltó al respeto, a la cortesía y a todo lo demás. Un solo remedio hay: telefonazo al ministro de Exteriores, convocar al nuncio y para Roma. Si no, es que vivimos en la hipocresía absoluta y el putiferio.
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