El runrún está en la calle. Me refiero a que el tema de conversación preferente vuelve a ser el coronavirus. En concreto, cuándo tendremos de nuevo algún tipo de limitación o prohibición. Lo cierto es que resulta habitual que te digan algo parecido en cualquier ... establecimiento. «Aprovecha», aseguran con total rotundidad, «que a partir de tal día nos cierran». Lo cual, claro está, no dejan de ser más que conjeturas. Eso sí, basadas en una certeza: el número de contagios está subiendo y el panorama tiene mala pinta. Incluso la patronal de la hostelería (Otea) pide al Principado conocer «la hoja de ruta» a partir del 11 del enero. Recordemos que para esa fecha termina la vigencia de las restricciones en el sector. El problema es que la pandemia se comporta de forma imprevisible. O sea, sube y baja como una auténtica montaña rusa. Hace pocas semanas estábamos en Asturias en la cúspide de la segunda ola, mientras que actualmente nos encontramos en el valle de la tercera. En diciembre del año pasado nos catalogaban como el epicentro del virus, pero ahora volvemos a ser ese «paraíso» que decían en la primera oleada. Máxime si tenemos en cuenta nuestra eficacia a la hora de vacunar a la población: primera comunidad de España. Sin duda, un éxito de la Consejería de Salud y nuestro sistema sanitario. En Cantabria, sin ir más lejos, pusieron a solo ocho profesionales y pararon los festivos.

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¿Hemos sido tan irresponsables durante estas navidades? En general, yo diría que no. Personalmente, conozco muchos casos en los cuales las familias estuvieron separadas durante estas fechas. Sin embargo, quienes se saltaron las normas obtuvieron mucha más repercusión mediática. Esto es, si se celebra una reunión multitudinaria en un piso, por ejemplo, arma más polvareda que el resto de vecinos cumpliendo a rajatabla. No vamos a decir si esa celebración indebida tiene que ver con jóvenes que dan patadas a un balón. Ya saben a lo que me refiero... En todo caso, nuestros gobernantes dirán que las limitaciones a la movilidad o personales funcionan. En verdad, así es. Una visión simplista de esta pandemia podría sugerir lo siguiente. Nos metemos en casa, cerramos las empresas y nadie se mueve hasta que esté vacunado. Sí, ¿pero a qué precio? En Castilla y León han vuelto a pedir un confinamiento domiciliario, el mismo que fue denegado para Asturias el pasado noviembre. A eso se le llama matar moscas a cañonazos.

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