Tendido durante la vacación en ese cabaret de pobre contemplativo que es la playa, meditas acerca de adónde se halla la felicidad, y al tiempo calculas cuánto queda para volver, sí o sí, al trabajo. Y suspiras. Todo indica que septiembre es el pórtico de ... un incierto otoño, que de seguro prorrogará la incertidumbre habida durante este verano para olvidar, en el que las noticias funestas no han dado tregua. El preotoño coincidirá con un síntoma que los sicólogos denominan síndrome posvacacional, cuyo menú incluye insomnio y ansiedad. Llegan datos como augurios malditos para sacarnos lagrimitas de añoranza y agobio, como si nos atenazara aquella reflexión que tanto dolía a Jorge Manrique en sus coplas, «cuán presto se va el placer, cómo después de acordado, da dolor».

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Aunque las actuales son las malas noticias de toda la vida, el sol sale cada día, al vivirlas de cuerpo presente parece que habitemos en el infierno, pues nos acosan por infinitos canales y redes que las difunden urbi et orbi y al minuto. De manera que aun sin pretenderlo, nos enteramos al punto de si al Emérito se le ha roto una uña, de si Belén Esteban ha sufrido otra liposucción, o vemos en vivo y en directo cómo Hadi Matar, que ya es apellidarse con perspicacia, asesta al sacrílego Salman Rushdie una puñalada en el ojo. Pandemias de viruela y covid, sequías con pantanos a media asta, fuego abrasador de un sol impío, bosques convertidos en morenos secarrales de ceniza, países arrasados como si fueran Ucranias, que esa es otra, con su guerra. Lluvias de lava, mosquito o langosta, remedos de las diez plagas bíblicas de Egipto. Y luego las migraciones masivas, la carrera de armamento para ver quién tiene la ojiva más larga, y una subida de precios despampanante, que vas por huevos y cuando te los cobran con el plus inflacionario piensas que el fin del mundo está a la vuelta de la esquina. En Rusia, el gracioso diputado de la Duma Andrei Guruliov dice que si osamos meter la nariz en sus cosas, en media hora Londres y París quedarían reducidos a escombros modelo Hirosima. Y Antonio Guterres, secretario general de la inútil y costosa ONU, advierte de que estamos a un milímetro de que se desencadene un Apocalipsis nuclear. Jo, qué alegría. Nos están tapiando el vacío septembrino con un muro hecho de sobresaltos, un Muro de las Lamentaciones como el israelí contra el que blasfeman los judíos para ahorrarse la visita al siquiatra.

Aunque visto el panorama, no vas a suicidarte, ¿no? Habrá que vivir y hacerlo conforme al espíritu del dicho astur, 'si tien arreglu, s'arreglará, y si nun lu tien, arregláu ta', y dejarse de bobadas, que esto de ahora pueden ser solo malas rachas circunstanciales de las que la humanidad siempre ha salido más lista y más fortalecida. Y menos deprimida.

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