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Tendido durante la vacación en ese cabaret de pobre contemplativo que es la playa, meditas acerca de adónde se halla la felicidad, y al tiempo calculas cuánto queda para volver, sí o sí, al trabajo. Y suspiras. Todo indica que septiembre es el pórtico de ... un incierto otoño, que de seguro prorrogará la incertidumbre habida durante este verano para olvidar, en el que las noticias funestas no han dado tregua. El preotoño coincidirá con un síntoma que los sicólogos denominan síndrome posvacacional, cuyo menú incluye insomnio y ansiedad. Llegan datos como augurios malditos para sacarnos lagrimitas de añoranza y agobio, como si nos atenazara aquella reflexión que tanto dolía a Jorge Manrique en sus coplas, «cuán presto se va el placer, cómo después de acordado, da dolor».

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