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Una jugadora sentada como modo de protesta en el homenaje al astro recibió amenazas de muerte; imagino al autor -preso de efluvios mentales- un fantasma, pero, en todo caso, confirma el fundamentalismo inherente a esta rara religión futbolera de dioses con derecho de pernada y ... barra libre, dioses a quienes todo se tolera y jalea: el increíble gol o sus excesos sexuales, el regate al rival o a la ley, la estética futbolera o la bajeza ética... Le abren las puertas del palacio presidencial anticipo de las celestiales, decretan días de luto negados al resto de mortales y (re)llenan telediarios vaciados de otras víctimas.
El amante del fútbol solo puede admirar a Maradona, pero al ciudadano debieran ofenderle actos de quien, al parecer, acumula méritos para elevarlo a mito... vendedor de motos. Imagino qué pasaría con el político que dedica parte de su vida a mejorar las condiciones de vida ciudadanas, si obrara de modo dudoso; sobran respuestas. No conviene hacer leña del árbol caído, pero tampoco resulta deseable releer acciones discutibles y envolverlas en lenguaje legendario para blanquear al personaje y generalizar genialidades, en tal caso, deportivas; prácticas cuestionables o poco ejemplares en los demás, excluidos y despreciados, devienen leyenda laudatoria del genio.
Enterrados dioses y hombres, ignorado el heroico personaje discreto y el excepcional, ridiculizados ideales por absurdos y utopías por quimeras, borrado lo que creímos nos empequeñecía, florece el referente popular: princesas del pueblo y dioses de barrio. El filón estaba cerca: bastaba escarbar en lo vulgar, a ras de tierra y convertir cualquier comportamiento en admirable, usted puede ser leyenda, basta dar la nota; prepárese para el 'casting'. Aplauso al futbolista, respeto ante la muerte, dudas sobre su obra... Y divinidad.
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