![El misterio de la bandera asturiana](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202206/26/media/Imagen%20Del%20Valle.jpg)
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Llevaba tiempo con este tema en mente. Porque, entre los grandes enigmas que en este mundo han sido, el misterio de la bandera asturiana es uno de los más profundos. Tenemos la sábana santa de Turín, tenemos la desaparición del bergantín 'Mary Celeste' (que llevaba ... una carga de alcohol: algo tendrá que ver), tenemos las líneas de Nazca, tenemos las tumbas Kofun, tenemos la maldición del edificio Dakota, tenemos el OVNI de Manises, tenemos el sabor de la sidra más allá de Pajares, tenemos la identidad de Jack El Destripador, tenemos el Manuscrito Voynich, tenemos la tumba de Cleopatra, tenemos las remontadas del Real Madrid, tenemos la bola de fuego de Tunguska, tenemos la desaparición durante diez días de Agatha Christie, tenemos los ritos de Eleusis, tenemos la sonrisa de la Gioconda… Sin embargo, el arcano más desconcertante, y aún no explicado, es el misterio de la bandera asturiana.
Estoy seguro de que todos ustedes, en uno u otro momento, se han hecho la pregunta: ¿por qué la bandera asturiana aparece en todos los eventos públicos? Que tenemos una manifestación sindical: ahí está la cruz de la Victoria en amarillo sobre fondo azul. Que hay una carrera de Fórmula 1 en Australia: ahí tenemos las letras alfa y omega ondeando al viento. Que el Valencia gana la Liga: ahí está la mancha azul, celebrándolo también. Que hay un festival de Eurovisión: alegres banderas asturianas se agitan aquí y allá (un año la confundieron con la de Suecia). Que asaltan el Capitolio en Washington: mire usted bien, porque entre la bandera de Texas y la de Tennesse, está la asturiana. Que estamos buscando a Wally: es mucho más fácil encontrar el pendón asturiano en medio de la marabunta visual. Que hay un concierto de Coldplay en Buenos Aires: ahí está el diseño de Jovellanos. El día que aterricemos en Marte, encontraremos un polvoriento mástil con nuestra oriflama. Nadie sabrá cómo ha llegado allí, pero allí estará. Yo le sigo dando vueltas al misterio, y hete aquí algunas de mis conclusiones.
Convengamos que la bandera asturiana es una de las más bonitas del mundo, posiblemente junto con la de Canadá, Gales y Grecia (esto es un gusto personal, porque si hablamos de la bandera española, no la considero especialmente afortunada). Y en cuanto a la España autonómica, pienso que es la mejor. Creo que no me ciega la querencia por el terruño: la asturiana es una enseña equilibrada, con los colores bien mezclados, algo bonito de ver, y muy, muy visible. Quizás podamos apoyarnos en esto último para empezar: la visibilidad. El azul y el amarillo aportan un conjunto cromático que es llamativo en cualquier concentración pública, pero eso no explica lo peregrino de los lugares donde aparece. Seguimos. Qué me dicen de la emigración global de los asturianos. Bueno, hace unas décadas era masiva, pero hoy en día la emigración, según cifras a vuela pluma, era de unas mil y pico personas. Alguien me dirá que con menos se conquistó México, pero no creo que los números nos den para abarcar el mundo mundial. Seguimos. Quizás haya muchos descendientes de asturianos que, con la morriña acentuada, izan la bandera en cualquier ocasión. A lo mejor, como por lo general el asturiano es buena gente, despertamos un sentimiento de cariño universal, que hace que el personal despliegue nuestra bandera como quien es seguidor del Milán y se pone su camiseta. La cosa es que sigo dándole vueltas al magín.
Cuando se toma Iwo Jima, alguien intentó colocar antes la bandera asturiana, con el consiguiente cabreo de los gringos. Cuando cae Berlín en el 45, intentaron alzar una bandera asturiana sobre el Reichstag. Si se fijan bien en la famosa foto de Lenin arengando a las masas, al fondo, hay una enseña con una cruz y su alfa y su omega, como tiene que ser. Cuando se derribó el muro de Berlín, ondeaban nuestras enseñas, y hay quien dice que vio una en la plaza de Tiananmen. Cuando se le levantan las faldas a Marilyn Monroe sobre la rejilla del metro de NY, detrás hay un mirón con una sospechosa combinación de azul y amarillo. Si recuerdan la foto de los Beatles cruzando el paso de peatones de Abbey Road, junto a un árbol, hay pintada una bandera patria. En la toma de la Bastilla, había una (¡incluso antes de inventarse!), y también destacaba otra durante el 'abrazo de Vergara'. Robert de Clary, cronista de la Cuarta Cruzada, cuenta que con ellos iba un caballero del norte cuya cruz no era la de Jerusalén, sino otra extraña, de vivos colores. Si recuerdan el tiroteo en Dallas, cuando liquidaron a aquel presidente, al paso del vehículo se agitaban con efusión las banderitas asturianas. Durante la limpieza de los frescos que pintó Buonarroti en la bóveda de la Capilla Sixtina, se ha encontrado recientemente una pequeña bandera en la mano de un santo. Y todo esto es un misterio, ya les digo.
Dylan cantaba que cuántas veces puede un hombre mirar hacia otro lado y fingir que no ve nada. Debemos enfrentarnos al misterio de la bandera asturiana, a su persistencia, a su indisolubilidad. Debemos hacerlo por nuestra Asturias Patria Querida, por nuestros hijos, por el futuro de nuestra comunidad. Por el venero mitológico que nos envuelve, por nuestra salud mental. Resulta frustrante que no podamos hallar nuestra particular Arca de la Alianza. ¿Nos merecemos desconocer dónde se encuentra nuestra Atlantis? ¿Creen que podemos seguir viviendo sin resolver nuestra particular conjetura de Hodges? Las futuras generaciones no se merecen este calvario, nosotros no nos merecemos este sinvivir. No es ninguna broma. No, señores, no lo es. Reflexionen sobre ello. Ya me dirán.
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