Secciones
Servicios
Destacamos
No resulta fácil ofrecer de los acontecimientos que irrumpen en el presente una mirada de contornos precisos, que nos permita arrojar algo de luz sobre los nubarrones que se ciernen sobre nosotros. Tras dos largos años de pandemia estalló una guerra de incalculables consecuencias económicas, ... políticas, geoestratégicas y en la erosión que está sufriendo la libertad de información y opinión, que se encuentran seriamente amenazadas. Vivimos en estado de shock. Se utilizará, como ha sucedido otras veces, para que desde las selvas del poder puedan hacer con nosotros lo que les dé la gana.
Con la intención de analizar de una manera retrospectiva lo que acaece, intentaré servirme del método filosófico de la genealogía -utilizado por Nietzsche y posteriormente por Foucault- para intentar mostrar lo que ocurre, como producto de unas relaciones de fuerza que tienen que ver con sucesos del pasado. La genealogía permite descubrir los armazones del poder e identificar los errores, las falsas apariencias y los cálculos fallidos. Lo interesante de la genealogía es que interroga a la historia en sus puntos de inflexión y sus márgenes. Es un método que intenta escuchar la historia para descubrir que detrás de la apariencia de las cosas hay algo bien distinta, que fue construido pieza a pieza. Nos permitirá ver que la verdad oficial no es tal, cuando se le arranca el velo. Decía Nietzsche que «la historia no es más que una progresión de continuas rupturas que luego han sido hábilmente encoladas y unidas por los historiadores tradicionales». La genealogía busca el comienzo o los comienzos innombrables que dejan una sospecha sobre lo que acaece. Por eso hay que analizar la procedencia, para descomponer los procesos que se han perdido y nos permitan entender el presente. La genealogía es una crítica demoledora de esas construcciones narrativas que han hecho de la historia los vencedores.
Se suele decir que al comunismo no lo destruyeron sus enemigos tradicionales sino sus propios dirigentes. Las reformas (pasar de una economía planificada a una economía de mercado) que iba a poner en marcha el entonces presidente de la Unión Soviética, Gorvachov, y de las que informaría a los grandes del G-7 en la cumbre que se celebró en Londres en julio de 1991, tenían dos etapas: en la primera se comenzaría por privatizar a pequeña escala, liberar los precios, emplear la ayuda exterior para importar productos básicos, ingresar en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial. En la segunda, la privatización alcanzaría a todas las actividades económicas, desaparecerían los subsidios para reducir el déficit, se aceleraría la convertibilidad del rublo y se eliminaría el control de los precios. Por último, se privatizaría la industria pesada, se pondría en marcha un nuevo sistema bancario y se liberalizaría el mercado de trabajo, lo que daría lugar al despido libre y al desempleo. Para ello, el presidente Gorvachov esperaba contar con una ayuda de 100.000 millones de dólares. Pero los acontecimientos se precipitaron: hubo una intentona de golpe de estado por los poderes involucionistas. Los sucesos que comenzaron aquel 19 de agosto, encumbraron al poder a Boris Yeltsin, que entonces era el presidente de la Federación Rusa y usurpó el espacio a Gorvachov. Una vez que Yeltsin alcanzó el poder, comenzaron las tres acciones que exigirían los amos del mundo capitalista: «privatización, estabilización y liberalización». Lo que se pensaba que sería un despegue económico de la URSS fue algo completamente distinto. Se sustituyó en un abrir y cerrar de ojos el Estado comunista por otro de tipo corporativista corrupto. En el que los beneficiarios de las reformas fueron antiguos dirigentes del Partido Comunista y gestoras de fondos de inversión occidentales. De ahí nacieron los multimillonarios rusos, que luego se conocerían como los oligarcas, que se hicieron ricos saqueando y comprando a precio de saldo la riqueza del país. El proceso fue tan corrupto que los índices de popularidad de Yeltsin cayeron en picado y para intentar subir esos índices recurrió -como ahora ha hecho Putin- a iniciar una guerra contra la república separatista de Chechenia. La estratagema funcionó, hubo elecciones y Yeltsin ganó, gracias a la financiación de los oligarcas.
Llegaría posteriormente la crisis de 1998, con el crac del rublo, y todo se derrumbó. Los bancos cerraron. La mayoría de los rusos perdieron sus ahorros. En septiembre de 1999 el país se vio sumido en una serie de atentados terroristas de gran calado y el hombre al que se encargó cazar a los terroristas fue el primer ministro ruso, Vladimir Putin. Bombardeó Chechenia para atacar a los supuestos terroristas y acabó masacrando a la población civil. Putin se fue posicionando en el poder. Era un oficial que provenía del KGB, lo que fue tranquilizador para muchos rusos hundidos en la miseria, frente a un Yeltsin en claro declive. Se 'cocinó' al que sería el nuevo presidente. El 31 de diciembre de 1999 varios oligarcas idearon un traspaso de poder de Yeltsin a Putin sin elecciones. Así es como llegó Putin al poder.
Tras muchos años gobernando, los hábiles manipuladores instalados en el Kremlin, con Putin a la cabeza, fueron creando una realidad mediática que ocultó la auténtica realidad. La opinión pública rusa ha sido moldeada y condicionada en el odio a Ucrania, que se fue fabricando para crear un enemigo que sirviese a los intereses de la política interior rusa. Cuando Putin habla de que uno de los objetivos de la guerra es desnazificar Ucrania y con sus continuas referencias a los fascistas que, según él, gobiernan ese país, utiliza un término que es más apropiado para describirlos a ellos. Cuanta más alusión hacen a los fascistas ucranianos, más se parece el régimen de Putin al de los nazis. Como señalaba el filósofo lituano Leonidas Donskis, «la ideología de Putin y sus matones es un conjunto de eslóganes reciclados: reunificar la nación desunida, hacer creer al pueblo ruso que tiene al resto del mundo en su contra, aludiendo al objetivo de defender la historia para reinstaurarla». Son los espectros de los que se sirvieron los fascismos del pasado siglo y que ahora se utilizan para justificar una guerra y retroceder a tiempos que creíamos superados.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.