Aunque soy agnóstico, me viene bien citar la Biblia, que dice: «Todo reino dividido contra sí mismo es asolado» o, lo que es lo mismo, «va a la ruina».
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Si este es el destino según la sabiduría bíblica, conviene tenerlo muy en cuenta antes de ... que se dé el fatal desenlace.
La división interna de cualquier comunidad, desde la nacional o regional, hasta la familia, produce tensión entre las partes y por ello enfrentamiento, lo que conduce a la destrucción y, finalmente, ruina. Esto es lo que se viene apreciando en nuestro país y, por tanto, conviene advertir del alto riesgo que ello implica.
Seguro que si le preguntamos a los ciudadanos si les agrada ese proceso destructivo y ese final, unánimemente responderían que no.
Entonces, ¿qué hacer para evitar el temido desenlace? La respuesta es obvia: procurar que, en proporción, todos sus componentes se esfuercen en alentar y promover acciones prosociales de acercamiento, colaboración, armonía, respeto a los derechos colectivos e individuales, diálogo, acuerdos, consensos, sumando voluntades y actitudes constructivas.
No es sólo cuestión de las élites, aunque estas tienen mayor responsabilidad y campo de acción. Es una cuestión que afecta a todos en razón de su posición, trabajo, cargo y poder de influencia. Todos somos responsables y la suma de todos o de la mayoría evitará la ruina final que se puede vislumbrar en lontananza.
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No es este el ambiente que ahora impera y, por ello, se impone sumar voces que ayuden a la toma de conciencia de lo que nos jugamos y dejaremos como legado a nuestros descendientes. Voces comenzando por los dirigentes políticos de todos los partidos, los curas, los medios de comunicación y sus comunicadores, los intelectuales, los profesores, los 'influencers', los padres y un largo etcétera.
Cada día que pasa el proceso de enfrentamiento y su deriva va a más, y se va contagiando a distintos niveles. Y debemos revertirlo y frenarlo más pronto que tarde. No debemos asistir como testigos o espectadores, sino convertirnos en agentes de cambio, cada cual a su modo y manera. Esto no es un canto apocalíptico, sino una constatación y un grito humilde de advertencia, que debe multiplicarse para contrarrestar la fuerza que lleva la corriente actual en este hermoso y encantador país, hasta el momento, aún envidia de muchos extranjeros. Aún estamos a tiempo de evitar el desastre.
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