Qui non proficit, deficit

La vida no es que sea sólo una lucha contra el viento que sopla en contra nuestra muchas veces. Es también una fuerza o un ente que no para de actuar y de moverse y ante la que tenemos dos actitudes: o avanzar y estar siempre moviéndonos hacia adelante, para no perder ritmo, o quedarnos parados descansando o arrastrados por la pereza. Esto sucede en cualquier ámbito, desde el tecnológico, que por supuesto es el más acelerado, hasta el laboral, pasando por el cultural o el de las modas sociales. La vida no para de moverse y nosotros tampoco, ciertamente, pero, si nuestro ritmo es suavecito, ello equivale a ir perdiendo posiciones.

Por ello hay que mentalizarse de que no podemos dejar de luchar para estar al dia en la medida de lo posible. Mire el lector en qué grupo se encuentra. Los hay que aguantan bien el ritmo más trepidante, se apresuran y no sufren por ello, sino que lo disfrutan. Los hay que algo se esfuerzan y, aunque pierden terreno, se conforman y no sufren terriblemente. Y los hay que se resisten y llevan la peor parte, porque cuando se dan cuenta es tarde ya para reaccionar y coger los últimos vagones. Piénsese, por ejemplo, en una persona de más de cincuenta años, que se olvidó de reciclarse y se encuentra con que no halla trabajo para alcanzar la jubilación en condiciones mínimamente aceptables. Y llega con ello el llorar y el crujir de dientes. Son ejemplos de adaptación.

La teoría de Darwin viene a decir que los que sobreviven no son los más fuertes, sino los que saben adaptarse al terreno que pisan y al tiempo en el que viven. No hay más que dos alternativas, avanzar o retroceder y eso no es negociable.