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Con frecuencia y sobre todo en momentos puntuales en que la angustia, el miedo o los nervios nos atenazan porque el problema a resolver lo vemos difícil o muy difícil y no estamos de ánimos para afrontarlo, la respuesta esperable es que quedemos bloqueados o ... nos sintamos sin fuerzas para hacer frente al reto planteado, sea cual sea. Por ello optamos por procrastinar o dejar para otro momento en que estemos más fuertes el afrontamiento del problema sin darle ya mas vueltas. Lo que sucede es que ese aplazamiento no resuelve el asunto, sino que lo enmascara o lo aparca con el consiguiente riesgo de que se complique, aunque en apariencia, subjetivamente nos veamos liberados momentáneamente de la ansiedad. Es por ello que lo adecuado, en realidad, aunque suponga un considerable esfuerzo y valentía, es coger el toro por los cuernos y pasar a la acción lo antes posible con la seguridad de que nos veremos más libres y liberados de esa carga, después de dar los pasos en la dirección de la solución o de su intento. Seguro.

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