Como ciudadano, me siento obligado a quejarme del clima de tensión y agresividad que los políticos están alimentando. Deberían tener en cuenta, aunque puedan tener razón en cuanto al contenido de sus planteamientos, que ese clima nos contagia y tendemos a repetirlo en nuestras relaciones, ... gracias a nuestras neuronas espejo, incluso aunque entre nosotros no hablemos de política. La alta tensión se percibe en el ambiente y crea hartazgo. Supongo que les será rentable, pero a nosotros no nos conviene y a nuestra salud mental le afecta. Ellos han empezado a crear este ambiente y creo que deberían hacer autocritica y cambiar ese estilo, en beneficio de todos los ciudadanos.
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Eso no impide discutir entre ellos, pero guardando las debidas formas. Se quejan de que la salud mental está deteriorada, pero no se dan cuenta de que ellos mismos están contribuyendo a nuestro bajo estado de ánimo, en el deterioro de la misma y de nuestras relaciones. Ya los ciudadanos nos mostramos irritables al estar muy estresados por diferentes causas y, por eso, no hay que añadir más leña a ese fuego. La polarización es la antesala de un ambiente guerra civilista y hay que evitarlo a toda costa.
Señores políticos: si viven de la política y esta es un instrumento para orientar la acción ciudadana, si es el arte de gobernar y organizar la sociedad, traten de ajustarse a ese guion sin agresividad ni atizando el rencor. Es difícil sustraerse a ello, pero la racionalidad debe predominar sobre los sentimientos. No necesariamente se debe actuar atacándose y defendiéndose sin piedad al margen de los verdaderos intereses ciudadanos. Creo que están dando un pobre ejemplo. Busquen acuerdos y consensos, busquen dialogar cívicamente aunque critiquen acciones o conductas que hayan de criticarse. Pero eviten en público ataques personales, pues por alusión siempre se responde contraatacando. Y encima nos lo sirven a la hora de comer o cenar con los informativos.
Me temo que esto es un grito en el desierto, pero creo que hay darlo y si los medios insistiesen en este tema de mucho serviría. Desgraciadamente, vemos expandirse el rencor y la rabia que implica airear los trapos sucios. Agredirse e insultarse ante las cámaras no parece que proceda en quienes tienen la obligación de dar ejemplo de cortesía, civismo y de sembrar relaciones constructivas. Porque, como dije, los ejemplos tienden a copiarse, sobre todo si quienes los dan tienen alta capacidad de influencia, como es su caso.
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