He leido recientemente en un artículo que va en aumento ( y es cierto) el caso de hijos que reniegan de sus padres, porque no les tratan como creen que es debido o porque abusan de su autoridad y confianza. Y he leído que los psicólogos ( ... generalizando por supuesto) apoyan esas decisiones drásticas.
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Profesionalmente he conocido por boca de los padres algún caso aislado y constatado la ruptura de contacto entre algún hijo/a y sus progenitores, igual que he conocido varios en los que algún hijo/a se venga de los padres no dejándoles ver al nieto por distintas razones, a sabiendas del inmenso dolor que ello les supone.
Como psicólogo he podido entender algún caso excepcional, donde la decisión de cortar por lo sano o del cero contacto entraba dentro de la lógica.
Pero como psicólogo, y como persona con sentido común, no he leído ni visto que esos hijos que cortan al mismo tiempo comuniquen, por coherencia, a sus padres que renuncian a la herencia que les corresponde. Entiendo que la pérdida de contacto intencionada debería llevar aparejada de motu propio una renuncia a los bienes y privilegios que por derecho les correspondían antes de la ruptura. Eso si que sería lógico y justo, además de proporcionado, como injusto es lo opuesto.
Lo cortés no quita lo valiente y hay que ser consecuentes. Si no, es un acto del más puro egoísmo, no habiendo relación entre los dos aspectos. La conocida como ley del embudo, con lo ancho para el hijo y lo estrecho para esos padres, en el caso que nos ocupa, no se debe aplicar ni tampoco verlo con buenos ojos los psicólogos. El artículo, hablando de que los psicólogos abogan por tales actos de ruptura, no decía que abogan también por la lógica de la renuncia ni que, aunque no renuncien ellos, los padres deberían dar el paso de excluirlos del beneficio esperado cuando ardan en la pira o estén criando malvas. A no ser que la injusticia del trato de los padres haya sido elevada. No lo decía, pero parece lógico esperar que esos profesionales aconsejen esa reciprocidad. También hay padres a los que en ocasiones les apetecería contacto cero con algunos hijos por graves comportamientos y, si lo hacen, no es lógico pedir que les ayuden llegado el caso.
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