Hay muchas personas que se preguntan qué ocurre con la covid, que tanto ha amenazado nuestras vidas a lo largo de casi tres años. En la pospandemia se ha pasado del miedo que creaba a la polémica que han desatado las medidas adoptadas por gobiernos, ... científicos y organizaciones internacionales. Unos sostienen que el peligro continúa existiendo y otros en cambio parecen más partidarios de que arrojemos la mascarilla al cesto de la basura.
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La realidad es que continúa habiendo personas internadas en las UCI de los hospitales e incluso algunas que se mueren atacadas por el maldito coronavirus de tan dramáticos recuerdos. Pero también hay muchas personas, diría que la inmensa mayoría, que se han olvidado del riesgo que aún pudiera existir e intentan resarcirse volviendo a sus diversiones interrumpidas, para desquitarse de los malos momentos creados por la enfermedad, los confinamientos y las restricciones vitales sufridas.
Lo cierto es que la mayor parte de los gobiernos han abierto sus fronteras y descartado que los viajeros tengan que mostrar documentos de vacunación o test recientes de antígenos. El español es uno de ellos y hasta Joe Biden, el presidente norteamericano, ha decretado el final de la pandemia. Mientras, el virus continúa atacando, aunque con menos gravedad que meses atrás. Las vacunas, que algunos irresponsables se negaron a aceptar, seguramente son la explicación de su debilitamiento o, en cualquier caso, la mejor garantía contra sus ataques.
La confusión surge cuando haciendo vida normal y olvidado el riesgo, todavía hay centros, instituciones o servicios - empezando en muchas ciudades por los taxis - que exigen ponerse una mascarilla que con bastante frecuencia uno se ha olvidado de llevar plegada en la cartera. Ya nos habíamos acostumbrado a llevarla, con el incordio que suponía para reconocerse unos a otros, tener que gastarse de vez en cuando unos euros para mantener las reservas e incluso para respirar, cuando afectaba el catarro, o estornudar cuando atacaba el resfriado.
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Quienes seguramente estarán más opuestos a esta propensión a dejar de usarlas serán sus fabricantes, vendedores e intermediarios, entre los cuales proliferaron los proclives a aprovecharse del mal general que nos incluía a todos. La pandemia deja detrás víctimas, dramas, sustos y miedos, pero también algunos prisioneros y más millonarios, a quienes la covid les ha proporcionado la oportunidad de aumentar el saldo de sus cuentas corrientes de manera, además de ilícita, desaprensiva hacia el sufrimiento de los demás.
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