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España lleva una larga racha perdiendo peso en el ámbito de las relaciones internacionales y especialmente en el marco de la Unión Europea. No es nada nuevo: el declive empezó unos años atrás, cuando prácticamente nos quedamos sin ningún representante de alto nivel en los ... organismos supranacionales, donde más necesario se vuelve participar y defender los intereses nacionales, incluidas las Naciones Unidas, la OTAN o también instituciones económicas como el FMI o el BCE.
Hace dos años se consideró un éxito el nombramiento de Luis de Guindos como vicepresidente del Banco Central Europeo y, más recientemente, de Josep Borrell como alto representante de la UE para Política Exterior. Con poco nos conformamos: quedan lejos los tiempos de Solana, Marín o Almunia, por citar a algunos. Somos la cuarta potencia europea tanto económica como por habitantes y estos dos cargos no están al nivel de la influencia que correspondería. Y lo peor es que no se trata solo de cargos: la realidad es que esa ausencia se trasluce en el respeto que despiertan nuestros derechos y posiciones.
Y las perspectivas de que las cosas cambien no son las mejores a corto plazo. El 'Brexit' ha dejado el liderazgo europeo en el entendimiento entre Emmanuel Macron y Angela Merkel, un eje de influencia al que es muy previsible que se sumará ahora el prestigio de Mario Draghi, como jefe del Gobierno de Italia. España estuvo algún tiempo en la órbita de Francia y Alemania, pero en los últimos meses su política exterior, dubitativa y preocupante, la ha alejado. Las razones seguramente son varias. Es evidente que la presencia en el Gobierno de un vicepresidente y cinco ministros de Unidas Podemos no contribuye al acercamiento y la comprensión de los principios europeístas.
Los partidos de extrema izquierda siempre despiertan desconfianza y más cuando están liderados por un político como Pablo Iglesias, obsesionado con intervenir en todas las medidas adoptadas por el poder y sin privarse de lanzar ideas críticas y propuestas que generan desconfianza. No es frecuente una coalición tan poco responsable de la prudencia que se impone en el manejo de la política internacional. El espectáculo de Bolivia ha sido deplorable, como deplorable son sus declaraciones sobre el conflicto del Sahara.
Iglesias no parece consciente, por ejemplo, de algo tan complicado como son las relaciones con Marruecos, el país vecino con el que hay que extremar hasta los mínimos detalles que puedan enturbiar la convivencia. Un año después, el Rey marroquí no recibe al presidente español.
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