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Tal parece que apostar por el bable produce meneos. Es decir, que los partidos favorables a la cooficialidad del asturiano sufren ataques constantes. Me refiero básicamente a los considerados de derecha, porque la izquierda ha hecho propio el discurso de la llingua sin mayores problemas. ... Vean si no el caso de Foro Asturias. De cara a su próximo congreso, hay quien les recrimina la posibilidad de que apoye al bloque conformado por el PSOE, IU y Unidas Podemos proclive a la oficialidad. Todo ello, dentro de una hipotética reforma del Estatuto de Autonomía y cuyo voto resulta imprescindible para sacarla adelante. Esos ataques, digo, vienen de forma interna y externa. Incluso señalan que el declive electoral de la formación tiene que ver con este giro asturianista y no por sus propios errores. Entre ellos, obtener el Gobierno del Principado tras captar la ilusión de muchos asturianos (16 diputados y 178.031 votos en 2011), para acto seguido abandonarlo por unos presupuestos no aprobados (convocatoria electoral de 2012). Tampoco que su creador, Francisco Álvarez-Cascos, esté acusado por la Fiscalía de un presunto delito de apropiación indebida, siendo raro el día donde no salen a relucir en los medios de comunicación las vergüenzas propias en forma de gastos. Sin embargo, el resumen es que Foro se va a acabar volatizando por culpa del bable.
No es nada nuevo. Cuando el ex presidente del Principado, Sergio Marqués, aprobó la Ley de Uso y Promoción del Asturiano (1998) sufrió esto de su propio partido (PP) hasta llegar a la ruptura. Mismos discursos insidiosos, falsos y catastrofistas. De aquella, también iba a ser el principio de una balcanización de Asturias, donde surgiría una especie de nacionalismo irredento. Vamos, poco menos que una nueva Cataluña. Miren lo que ha pasado. Absolutamente nada. Es más, quienes atacaban esa ley entonces, ahora dicen que está muy bien y es más que suficiente. Paradojas de la vida. Lo único cierto es que en nuestro paraíso natural siempre nos quejamos de la falta de peso en Madrid, pero ese sentimiento nunca se refleja en las urnas. Las opciones regionalistas -jamás hubo una nacionalista en el Parlamento- han sido sistemáticamente maltratadas por el votante asturiano. Eso sí, nos encanta ver al dicharachero presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, con su Partido Regionalista de Cantabria (PRC) por la televisión. Luego decimos: es que si tuviéramos un Revilla aquí...
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