Dos mil veintiuno termina como empezó, con grandes problemas y una fuerte incertidumbre. Han ocurrido muchas cosas destacables y pocas buenas, dicho sea de paso, pero todas quedan eclipsadas en estas horas finales por la psicosis y el miedo que produce la pandemia.
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Muchas personas ... no podrán celebrar esta Nochevieja con la alegría y euforia que venían deseando. Unas porque están enfermas o aisladas y otras porque les atemoriza contagiarse. La pandemia es grave, nadie recuerda precedentes, y de la noche al día nos ha cambiado la vida familiar, profesional o la simple convivencia a todos.
Es la dura herencia que recibe el año nuevo en medio de tan buenos deseos y propósitos. La mejor noticia no pasa de una especulación avalada por algunas previsiones científicas: la covid irá a menos, acabará convertida en una gripe más evitable con las vacunas y la absurda negativa de algunos a ponérselas. Que Dios les oíga.
En el ámbito de la actividad pública, que depende más de nuestra sensatez colectiva, el recuerdo que deja el año que despedimos está lleno de sombras y algunas luces. Quizás lo peor sea el desprestigio de las instituciones, empezando por el Parlamento, que el extremismo, el populismo y hasta el gamberrismo, tan impropio de los hemiciclos, han degradado.
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El ejercicio discurrió en medio de fuertes polémicas, de malas formas en las relaciones y de conatos de crispación que han abierto preocupantes enfrentamientos en la sociedad. No ha sido ni mucho menos un año marcado por la corrección democrática ni por el espíritu de colaboración ante la adversidad que amenazaba.
Mirando al balance final de la actividad política, sí quedan abiertas algunas luces. Una sin duda es que tanto el Estado como las comunidades autónomas -hecha alguna excepción- hoy encontrarán aprobados sus presupuestos. No ha sido nada fácil sacarlos adelante y no están exentos de críticas. Es un buen punto de partida para los próximos doce meses.
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Lo mismo puede decirse de la tan traída y llevada reforma laboral. Años esperando por un cambio que alarmaba y entusiasmaba a partes iguales, de tiras y aflojas sin realismo, han sido superados gracias a los buenos servicios de Bruselas con unas negociaciones fluidas y razonables. En 2022 la reforma laboral ya no será un problema.
Sobre el exterior, el futuro que se auguraba más prometedor con la desaparición de Trump de la escena internacional, no está respondiendo a las expectativas. Las tensiones y enfrentamientos anticipan situaciones preocupantes, con el regreso de las amenazas que ya estaban siendo olvidadas de la Guerra Fría.
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