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¿Puede un jugador de fútbol ganar 10.000 dólares a la hora, incluso mientras duerme? La respuesta es que sí, porque según lo publicado en la prensa esta semana parece que Messi, el jugador del Barcelona, gana esa cifra. El contrato firmado entre el ... equipo catalán y el jugador, que abarcó el periodo 2017-2021, reportó al astro argentino la increíble cifra de 555 millones de euros brutos y aunque Hacienda se lleve la mitad, la cifra sigue siendo alucinante. Tratando de ser objetivos al analizar la situación, la realidad es que estamos ante un contrato entre dos partes que son libres de pactar lo que quieran y si a ambos les interesó firmar, no hay nada que objetar bajo el punto de vista económico, aunque al Barcelona no parece que le haya ido muy bien porque atraviesa serias dificultades financieras, no se sabe si por lo que le paga a Messi o por otros desafortunados fichajes que igual son más caros que Messi a juzgar por su escaso rendimiento.
¿Cómo es posible que por dar patadas a un balón se pueda generar tal cantidad de dinero? La clave está en el inmenso poder publicitario que deportistas como Messi o Cristiano Ronaldo o grandes figuras de la NBA generan. Sin publicidad, sin televisión y sin redes sociales esas cifras se dividirían por cien.
Las dudas surgen cuando el asunto se analiza desde otro prisma u otra óptica y se compara, por ejemplo, con lo que gana un científico que puede salvar millones de vidas con sus investigaciones. Ahí la comparación ya empieza a ser preocupante y deja al desnudo la escala de prioridades y valores que tiene la sociedad actual. Culpar a la publicidad de esta situación es como matar al mensajero ya que la publicidad sólo actúa de amplificador, siendo el canal que permite que un hombre como Messi, con grandes dotes futbolísticas, pero muy escasas a nivel comunicativo y de liderazgo, pueda ganar esas cantidades mareantes. El problema es mucho más complejo y hondo. También hay que reconocer que la sociedad recibe un beneficio de dicha situación ya que Hacienda estaría ingresando 75 millones de euros al año, lo cual obviamente es bueno para todos.
El problema de fondo es que el modelo de referencia que siguen muchas personas, especialmente desde los años sesenta, es el de ídolos de pacotilla que se pueden agrupar en tres grupos: El primero estaría compuesto por cantantes o grupos musicales, en muchos casos con un historial lamentable de consumo de estupefacientes. El segundo lo forman los ridículos personajes de los «realities shows» y el tercero está reservado para los deportistas de élite, muchos de ellos con un intelecto inversamente proporcional a su capacidad física y que tienen como principal mérito haber sido dotados por la naturaleza con una rara habilidad. Ahora habría que añadir un cuarto grupo formado por los influyentes «youtubers». El mítico Garrincha, extremo derecha de la selección «brasileira canarinha», era imparable en sus regates porque tenía un defecto en las piernas arqueadas que le hacía driblar como nadie. Garrincha salió de la favela y después de un gran reconocimiento social y una vida llena de excesos, volvió al punto de partida y acabó en la miseria y en la pobreza. En el final de sus días fue entrevistado por la televisión brasileña y su respuesta no tuvo desperdicio:»He vuelto a lo que siempre fui, no sé que veían en mi».
La pregunta clave es: ¿Por qué son esos los modelos a imitar? Dice el sociólogo británico Anthony Giddens que «Una sociedad es lo que son sus ídolos» y afirma el Premio Nobel de Economía del año 2.004, el estadounidense Edward Presscott que «La foto de una sociedad, son las prioridades que tiene a la hora de asignar su gasto público y el tipo de gobernantes que tiene». Creo que en esas dos afirmaciones está la respuesta de todo y, también, de lo que gana Messi, el cual no tiene culpa de que lo hayan elegido como ídolo de barro. Hay otros mucho más culpables, sobre todo cuando manejan el dinero público de forma irresponsable, porque ese sí es de todos. En cambio, Messi a mí no me cuesta un céntimo. Otros sí. Como decía aquella película italiana y también un anuncio sobre una famosa pizza…»La clave está en la pasta».
Pero hay más señales de que estamos ante una sociedad malsana, como es el hecho de que cada vez más personas basan sus únicas esperanzas de poder dar un salto en la vida en los juegos de azar y no en la capacidad de progresar por la meritocracia. Recuerdo cuando estuve en Santo Domingo que había más locales de apuestas que bancos. Eso lo dice todo respecto a un país.
La sociedad occidental es una pura caricatura desfigurada. Pobre bagaje para querer seguir liderando al mundo frente al emergente poder amarillo, cuando ya sólo somos el 12% de la población mundial, habiendo perdido el norte hace mucho tiempo. Por no saber, dentro de poco, no se sabrá ni que hay norte porque aprender conocimientos es algo muy pasado de moda.
Y hablando del poder amarillo, dice un proverbio chino que «Dime a quién admiras y te diré cómo eres». Por eso estamos así.
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