La inflación desbocada, alcanzando ya el 9,8%, con pronósticos sombríos que apuntan a un 12% para el próximo mes de abril, ha desatado los temores en todo el mundo occidental y, en especial, en países como España, altamente vulnerables en lo económico y ... en lo energético. Pero, detrás de ese problema de una inflación totalmente descontrolada, se esconden multitud de problemas más, algo así como en esas muñecas rusas, las famosas «matrioshkas», que al abrir una de su interior sale otra y al abrir la segunda siguen saliendo más y más matrioshkas sucesivamente. Como en Rusia usan el alfabeto cirílico uno puede encontrar dicha palabra escrita en español de diferentes modos, pero el concepto esencial es que son enigmáticas y no se sabe lo que esconden dentro. Algo así como el carácter ruso, una mezcla de occidental y oriental, difícil de clasificar.

Publicidad

La crisis económica que afronta España, acuciada por el conflicto ruso-ucraniano, se asemeja a una de esas matrioshkas rusas. La muñeca grande tiene como nombre «inflación». Los grandes perdedores con la subida de precios son los ahorradores que ven devaluado el valor de su dinero de forma vertiginosa, los arrendadores de vivienda que no podrán repercutir a sus inquilinos nada más que el 2% sea cual sea el IPC, los asalariados que pierden claramente poder adquisitivo y las pymes y autónomos que afrontan la crisis recibiendo palos por todos los sitios. O sea, los perdedores somos todos, excepto los deudores que ven rebajado el importe «real», no nominal, de su deuda y el Estado, que jamás se aprieta el cinturón.

Pero, dentro de esa matrioshka llamada «inflación», hay muchas muñecas o problemas más. Vayamos abriéndolas. La segunda se llama «deuda pública y déficit público». Salvo una breve excepción, que tuvo lugar hace 15-20 años, los gobiernos españoles gastan mucho más de lo que ingresan, lo cual va generando una deuda pública creciente. Hemos tenido la suerte inmensa de contar con un entorno internacional de unos tipos de interés al 0%, mantenido artificialmente por la política monetaria expansiva de la FED y del BCE. No obstante, esa misma medicina ahora actúa de cicuta ya que es la que ha generado, en gran medida, la inflación existente. Además, ha aliviado la carga financiera que suponen los intereses de la deuda pública y eso ha sido como poner gasolina en manos de un pirómano ya que ha dado alas para gastar más y más.

La tercera matrioshka se llama «paro». España cuenta con una legislación laboral diseñada por gente que no tuvo una pequeña empresa en su vida y que desconoce absolutamente lo que es la realidad económica. Además, la combinación de paro e inflación va a dar lugar a la temida «estanflación», paro e inflación juntos. Con 47 millones de habitantes, sólo trabajan 19, de los cuales 4 millones pertenecen al sector público. El Estado paga al mes 18 millones de nóminas (10 de jubilados, 4 de funcionarios y 4 de parados) y sólo hay 15 que trabajan en el sector privado, los cuales están sosteniendo a todos los demás. La solución que se diseña para hacer frente a ese problema es estrujar al límite a esos 15, lo cual es obvio que no es la solución, y nos recuerda la historia de «los remeros japoneses» que se puede consultar por Internet, en la que la embarcación española perdía cada vez con más claridad porque muy pocos remaban, pero a los pocos remeros se les imponían castigos.

Publicidad

A continuación, vendría la cuarta matrioshka llamada «pensiones». Son necesarios entre 3,5 y 4 cotizantes para conseguir la recaudación necesaria para pagar a un pensionista. Es decir, tendría que haber entre 35 y 40 millones de cotizantes para poder pagar a los jubilados actuales, lo cual es evidente que es imposible de lograr. Además, la pirámide poblacional, que lleva camino de ser un triángulo invertido, evidencia a cualquiera que quiera verlo que el problema se va a agravar notablemente. Ante dicho escenario, sólo hay una solución que es rediseñar un Estado lógico y racional, reduciendo el descomunal e innecesario tamaño de la administración pública actual, para dedicar el dinero ahorrado en esa parcela al pago de las pensiones. (Ni por asomo esperen que se siga esta vía).

Pero, aunque ahora toda sea culpa de Putin, desde la inflación que ya era un problema hace medio año, hasta la insostenibilidad de las pensiones, la realidad es que la primera matrioshka, la inflación, ya contiene todas las respuestas. La inflación es galopante y no va a ser fácil que sea dominada, pero es que puede que sea una especie de mal necesario porque resuelve varios problemas de forma silenciosa, (como la teoría de la rana que los lectores recordarán haber leído en alguna ocasión). En efecto, una inflación alta durante varios años, devalúa el importe real de la gigantesca deuda pública. Por otra parte, si mañana se les dice a los pensionistas que se reduce un 30% su pensión habría una revolución, pero si se les sube un 2% al año y la inflación es del 12% anual, al cabo de tres años habrán perdido el 30% de poder adquisitivo casi sin enterarse, al igual que la rana que iba cociendo poco a poco sin salir del agua, mientras que la temperatura del agua aumentaba sin parar.

Publicidad

Decía el brillante economista austriaco Joseph Schumpeter (Moravia 1883, Estados Unidos 1950) que «toda crisis es una gran oportunidad de cambio». También el saber popular dice que «a la fuerza ahorcan», pero puede que esta sea una soga silenciosa que nadie vaya a quitar. No va a ser fácil escapar de esta situación.

La economía es confianza. Confianza para invertir, para ahorrar, para contratar personal, para gastar y para eso tiene que haber un entorno que inspire confianza y seguridad. Un Estado moderno y justo, con servicios públicos de calidad, no consiste en imponer a los ciudadanos el uso obsesivo de la @, ni en imponer a la gente indefensa los trámites burocráticos telemáticos para hacer la vida fácil a una administración pública gigantesca. Un estado moderno es otra cosa muy diferente. España se está argentinizando a gran velocidad y los grandes perjudicados van a ser la clase media, que va a desaparecer y la clase baja, que malvivirá de ayudas. Volviendo a la rana…ya huele a carne chamuscada.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad