Una esperanza en el futuro

Marcelino fue un periodista y un asturiano de vocación y convicción. Desde niño tuvo claro cuál era el camino que quería seguir y también cuál era su punto de partida, sobre qué tierra afianzaba sus pasos. Por eso, con el apoyo de su familia, se afanó en el estudio en general, y de Asturias, en particular, desde el respeto, el conocimiento y la salvaguarda de su historia y su cultura. Y si algo movió cada uno de sus pasos fue la convicción de que se podía y se debía contribuir a mejorar nuestra sociedad, poniendo siempre el foco en las personas y en los colectivos más vulnerables y desfavorecidos. Y especialmente apostando por los más jóvenes, a quienes les fiamos el porvenir sin darles a veces las mejores herramientas y cuidados. De ahí que fuese una de sus principales preocupaciones.

Lo señalaba antes, pero me gustaría incidir en lo extraordinario que fue Marcelino como padre: la faceta en la que volcó su vida y en la que, sin lugar a duda, se sintió más realizado. Como padre, se esforzó por que nuestra hija creciese con todo el amor posible, arropándola y a la vez acompañándola sin imponerle nada. Si en algo ponía especial empeño era en potenciar el talento y los intereses de nuestra hija, animándola a soñar, a creer en sí misma y a luchar por cumplir sus deseos, transmitiéndole los valores que él recibió y en los que creía con firmeza: el respeto al otro, la solidaridad y la empatía, el valor del esfuerzo y la honestidad que empieza por uno mismo. La unión entre padre e hija fue y es tan sólida, que el sentimiento de orfandad que ahora tiene Mariluz es inconsolable. Echa de menos a ese padre preocupado e interesado por todo lo que a ella le importase. A ese padre lleno de ternura que estaba en cualquier momento. Al padre inspirador y referencial, que fomentó en ella el amor por las artes compartiendo lecturas, películas y experiencias que luego comentaban, y que hizo todo lo posible porque fuese una ciudadana responsable y comprometida, intentando procurarle las mejores herramientas para serlo. Posiblemente este es el legado más importante que como padre podía darle, y por eso daba especial importancia a la calidad de su tiempo compartido, tanto para el ocio como para sacar un rato cada día para charlar de la actualidad y analizar juntos sus posibles consecuencias.

Explico todo esto porque creo que ejemplifica por qué Marcelino creía y apostaba por este Foro Comunicación y Escuela como lo hacía. La comunicación y la docencia han sido los pilares de nuestra vida y de la educación de nuestra hija. Y han sido también los pilares sobre los que Marcelino ejerció el periodismo, desde la responsabilidad, la discreción y la humildad, pero peleando por sus convicciones con la fuerza de un titán. Si en algo nunca perdió Marcelino la esperanza y la creencia fue en las nuevas generaciones, de ahí que se sumase a este proyecto extraordinario sin dudar.

Este pupitre y este diploma tendrían para él, y tienen para nosotros, una especial importancia por todo lo que significan. Por lo mucho que se identifican con sus valores. Por ello, muchísimas gracias, de todo corazón, por este reconocimiento. En su nombre y en el de todos los que le queremos.