Lisboa sigue estando preciosa, pero no se puede caminar. Le pasó primero a Roma, a Venecia y a Florencia. En París no oses a preguntar una dirección a un local porque lo más probable es que te mande a la 'merde'. Los turistas somos una ... suerte de peste. Somos, sí, porque todos somos turistas por más que vayamos de viajeros. Usted, amigo lector, igual que servidora, es la gente. Esa gente que abarrota las calles en pantalones cortos, se hace selfies con obras de arte en vez de disfrutarlas y comparte fotos de paisajes en sus redes sociales en lugar de contemplarlos.
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Pero todo tiene un 'basta'. El Musel no tendrá planta de pirólisis porque le han puesto la proa unos vecinos hartos de ser el basurero de la ciudad. Dijeron que no y va a ser que no. También podemos decir que no a un turismo masificado, pero no vale con pedir responsabilidades a quienes gobiernan lo público, que las tienen, y muchas. También hay que aplicarse el cuento. No vale clamar contra los pisos turísticos y luego montar uno 'pirata' en la casa heredada de la abuela. Ni pensar que uno es más listo que nadie y puede viajar mejor y más barato que nadie pasando de hoteles. Es lo mismo que quejarse porque cierran las tiendas del centro mientras te compras los modelitos de verano a golpe de click. El consumo responsable puede y debe regularse, pero los consumidores somos usted y yo. Y mientras no seamos responsables nosotros, no hay nada que hacer.
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