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La cosa ha cambiado poco desde que, digamos, bajamos del árbol y nos pusimos a caminar erguidos y en comunidad. El procedimiento resulta sencillo: detectamos el problema, localizamos al culpable, lo llevamos a la plaza pública y lo apedreamos. El escenario ha ido cambiado a ... lo largo de los siglos; las piedras, también. Hubo momentos en que nos dio más por la hoguera, otros por la guillotina o el garrote vil. Ahora la cosa se ha sofisticado y al menos no hay sangre de por medio, se lincha en redes sociales. Mucho más higiénico. Lo que no ha cambiado es lo poco o nada que nos importa que el culpable lo sea no. La cosa es localizarle, ponerle en el foco. Hecho esto, uno a uno nos vamos diluyendo, nos transformamos felizmente en airada turba, pillamos la piedra, la mecha o el teléfono móvil y disparamos. A quemarropa. El problema no se ha solucionado, pero nos quedamos mucho más tranquilos y vamos a por otro. A por otro problema, a por otro culpable, a por un nuevo apedreamiento público.

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