Tenía un profesor en los lejanísimos tiempos en los que el Bachillerato era Unificado y Polivalente, y tal vez por eso salíamos de allí listos para casi todo, que solía decir que «la Historia no sirve para nada, pero el que no sabe Historia, no ... sabe nada». Le pasa un poco lo mismo a la Unesco y sus declaraciones de Patrimonio Universal, especialmente cuando el patrimonio es inmaterial y no hay piedras ni ladrillos de por medio. Así que sí, estoy de acuerdo con los agoreros en que servir, lo que se dice servir, que la sidra sea Patrimonio Mundial de la Humanidad no sirve para nada. Claro que sería mucho más importante que Mr. Mittal dijera que sigue adelante con su plan de acero verde y que la UE se dejase de promesas y le hiciera caso de verdad al bueno de Draghi. Claro que también estaría genial que en el Ministerio de Transportes se dejasen de mandarnos comisionados y dibujinos y se pusieran en serio con la vía llamada a sustituir al difunto vial de Jove, y de paso con la intermodal, y con ese metrotrén que dudo que vean nuestros nietos. Pero, mientras tanto, que la sidra sea oficialmente mundial –porque extraoficialmente ya lo era, home va– sirve, de momento, para que estemos orgullosos y, de seguido, para que sepamos aprovechar lo que es sin duda una campaña publicitaria tan internacional como estupenda y, de paso, bastante barata. Así que yo hoy pienso descorchar unes botelles y brindar. Mañana ya veremos.
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