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De Rambal a Rodrigo Cuevas no ha pasado ni un siglo, lo que teniendo en cuenta que el ser humano lleva tres o cuatro millones de años habitando o destrozando la Tierra, según se mire, puede traducirse en un suspiro. En ese suspiro, sin embargo ... caben siglos, milenios, de evolución, en algunos casos, y solo en algunos, para bien. La diferencia entre la vida, y sobre todo la muerte, de Rambal y la de Rodrigo Cuevas es, probablamente, una de las mejores.
Rambal no murió por 'maricón', lo mataron por eso, que podría sonar parecido pero es radicalmente distinto. Y fue en 1976. O sea, anteayer. Y fue aquí mismo, en Cimavilla. Cuevas es homosexual, sí, pero no tiene el Premio Nacional de Músicas Actuales, ni revienta teatros, ni reinventa romerías, ni protagoniza exposiciones por eso, sino porque ha sabido verle al folclore lo que otros no y porque es un artista colosal, que además canta como los ángeles.
Que la orientación sexual deje de ser noticia, que cada uno quiera a quien le parezca sin temor a ser juzgado y sin tener por ello menos derechos, ni obligaciones, claro está, que el resto, es un avance estratosférico que nos hace a todos mejores, porque una sociedad tolerante siempre es una sociedad mejor. Por eso da tanta pena que nuestros políticos se enzarcen en declaraciones y guerras de siglas, cuando la cosa es tan sencilla, que influya lo mismo que influyen o deberían influir el color de pelo, el número del pie, la altura o el peso. O sea, nada.
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