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Cuentan que en los últimos días de su vida, ya ingresado en el hospital, Terenci Moix solía responder cuando le preguntaban cómo estaba con un «en mi mejor momento como mujer y como actriz». Con toda su sorna y, a la vez, exquisita educación, porque ... no hay nada peor en esta vida que preguntar 'qué tal' y que te respondan. La sinceridad está sobrevalorada y, además, suele ser bastante grosera. Por eso da gusto ver a la Princesa de Asturias con esa sonrisa plena, que no digo que no sea sincera, que seguro que lo es, pero también es profesional. Y ella lo es. La monarquía, lo saben los Reyes los primeros, es una anacronía en el siglo XXI, pero también puede ser una garantía democrática si quienes ocupan el cargo, o los cargos, están a la altura. Y Leonor de Borbón y Ortiz, desde ayer Medalla de Asturias y Alcaldesa Honoraria de Oviedo, además de todo lo demás, lo está. O, por lo menos y sin duda alguna, lo parece. Desde aquella primera vez en Covadonga hasta ayer, sola y decidida, han pasado seis años que abultan como seis siglos, con pandemia incluida, seis años en los que la que está llamada a ser jefa del Estado no ha hecho otra cosa que no sea prepararse para ello, formarse. Y es de agradecer que a sus 18 años pueda ser un ejemplo por eso y no por su último 'outfit', antes 'modelito', o por compartir viajes, menús o conciertos en Instagram. Le queda mucho a Leonor por demostrar pero, de momento, sabe que tiene que ganarse el sueldo. Y eso ya es bastante.
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