Mi tía Margot, que jamás daba por finalizado el día si no había terminado de leer hasta la última página de EL COMERCIO, me lo dijo un día delante del espejo: «Aprovecha, hija, aprovecha que los años pasaron y yo no sé por dónde». Ella ... no sabía por dónde y yo, tampoco, porque tengo la sensación de que estaba aquí anteayer hablando del vial de Jove y ya ni existe, nunca lo hizo en realidad, como tantos y tantos proyectos prometidos y que se han quedado en el camino, algunos en el recién finiquitado 2024, otros antes. Porque los gobiernos hacen presupuestos, presentan balances de ingresos y gastos, anuncian proyectos, colocan primeras piedras, nos enseñan recreaciones en dos dimensiones, tres o las que hagan falta, y luego ya veremos qué pasa, que lo de la ejecución presupuestaria es otro asunto. A 2024 no queda nada que pedirle, si acaso reprocharle que se nos llevara por delante a algunas de esas personas que hacen el mundo un lugar más habitable. Pienso en 2025 y me acuerdo de Juan Carlos Martínez Gauna, maestro, capitán, amigo y director de esta casa hasta 2004, que ya no podrá preguntar qué hay de aquello y de lo otro, porque a veces la vida se empeña en dejarnos con un palmo de narices. Así que a 2025 y llegados a este punto no voy a pedirle más que nos deje volver a felicitarnos en 2026. Pasaremos lista y se lo seguiremos contando, porque si de algo sabemos en este periódico es de eso: vamos camino de los 150. Así que salud.
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