Ya decía Woody Allen, con permiso de los amigos de la cancelación, que las dos palabras más bonitas que podían regalarte no son «te quiero» sino «es benigno». Dice ahora Geert van Poelvoorde –que no es un cineasta del Movimiento Dogma, aunque tenga nombre de ... ello, sino el consejero delegado de Arcelor en Europa– que «el coste de producción del hidrógeno es caro y no podemos utilizarlo porque nos expulsaría del mercado». Y eso es como lo de Woody pero al revés. Que el gigante del acero tenga tan claro que no tiene claro quedarse en Europa es para Asturias lo más parecido a un diagnóstico de cáncer. A nuestros políticos se les llena la boca de compromiso, pero ese mercado del que habla el primo de Lars Von Trier quiere hechos y le sobran las palabras.
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Le pasa como al proyecto del Mundial 2030, que sin perres no hay paraíso, por más que los estudios de impacto económico se llenen de eso, de palabras, de buenas palabras. Y también como a nuestros amigos del Ministerio de Transportes, que también manejan bien lo del vocabulario, pero para eliminar la palabra 'Gijón' de la ecuación del AVE. O al menos para dejarla como sinónimo de parada y no de cabecera de línea que es lo que es. Para ellos, unos números, que a veces, como una imagen, dicen más que otra cosa: Gijón tiene 270.000 habitantes; Avilés, 75.000; Mieres, 22.000 y Pola de Lena, 10.000. Sumen que es fácil. No es localismo, solo sentido común. Como casi todo lo demás.
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