Cuenta el proverbio chino y, si no lo hace debería hacerlo, que, en ocasiones, la inacción puede considerarse una forma de acción. Parar y templar, que decían los toreros cuando podían. Sentarse a esperar; pero no para ver pasar cadáveres, sino porque las prisas, ya ... lo tenían claro su abuela y la mía, casi nunca son buenas.

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Pasa mucho en urbanismo, que suele ser mejor un prao con posibilidades que una mole de facto. Quienes disparan con pólvora ajena acostumbran a mirar poco los presupuestos, sobre todo si paga la UE (antes Francia), y no faltan ejemplos de edificaciones abandonadas o directamente derribadas. La cosa vale también para el subsuelo, pero esa ya sería otra historia.

Viene todo este rollo por eso que llaman el intercambiador de El Humedal y que no es otra cosa que una suerte de macroparada de autobús. Una megamarquesina que corre el riesgo de convertir la zona en un hangar en pleno centro: ¿el hangarón? Decían que las inspiraciones andaban cerca de un pabellón con acabado de espejo que diseñó Norman Foster en Marsella. Lo que hemos visto en EL COMERCIO parece más bien un apeadero, apeadero mastodóntico de más de dos millones de euros (sic), y mira que en plano y dibujín 3D todo luce más que al natural.

Pararse y pensar es ahora más importante que correr y ejecutar. Paciencia en esto a los gijoneses nos sobra. A lo mejor lo que hace falta es una estación y no otra cutrez provisional y eterna. No nos la merecemos. Gracias.

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