Ahora que se ha puesto de moda eso del 'lujo silencioso', que no es lo que le gusta a la novia de Cristiano Ronaldo sino justo lo contrario, Gijón podría aprovechar para hacer campaña turística con sus lujos silenciosos, que andan por todas partes, y ... algunos son hasta invisibles. Lo recordé ayer justo después de tener la suerte de recorrer la exposición de Rodrigo Cuevas en Laboral de la mano, literal, de uno de sus comisarios, Llorián García. La tuve yo y todos cuantos nos acompañaron en un recorrido con el Aula de Cultura de EL COMERCIO de verdadero lujo y hasta de altos vueltos, porque hubo hasta quien se calzó madreñes. Aproveché justo después para disfrutar de 'Invisibles', un recorrido por el arte hecho por mujeres desde el siglo X hasta hoy que juega justo con esa invisibilidad para ofrecer paredes blancas que solo con la magia de una tablet se convierten en obras de arte. Allí están, ocultos, unos soberbios caballos de Rosa Bonheur, un suculento bodegón de Clara Peeters o una verbena de Maruja Mallo. Ellas fueron invisibles como a veces parece que también es el Centro de Arte y Creación Industrial que tenemos en Cabueñes. Uno de nuestros lujos silenciosos que, ahora que estamos en plena puesta en marcha de la Vía Gijonesa, bien podría merecer un pequeño desvío en el camino. No es tanto pedir que Principado y Ayuntamiento se pongan de acuerdo para que no sea también invisible. ¿Sabían que no abre los domingos por falta de presupuesto? Pues eso.

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