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Somos los asturianos muy de sacar pecho y de batir récords, muy especialmente en Gijón, que no acaba en 'ón' por casualidad: aquí el aumentativo ... es religión. Hay cifras para sacar pecho, pero otras no tanto. Entre estas últimas están las del absentismo laboral, que tiene en constante pelea de titulares a empresarios y sindicatos. Se quejan los primeros de la profusión de bajas y de la prolongación de las mismas hasta límites insospechados. Los segundos, no, los segundos directamente niegan la mayor, a lo mejor porque no se dan cuenta de que cuando no hay un sistema eficaz de control y gestión de las bajas, mientras cualquiera que vaya a un centro de salud con cara de pocos amigos y lo pida se haga con el papelito de la Seguridad Social que le exime de ir a trabajar, el perjudicado no es solo el malvado empresario, ese cuyo único objetivo en la vida es enriquecerse a costa del trabajador, si no también los compañeros de los ausentes. O sea, los trabajadores que sí trabajan.
La baja, como tantas y tantas conquistas laborales, es un derecho incontestable e imprescindible en cualquier sociedad, pero hay que dotar al sistema de medios para que funcione. Los médicos tienen que tener algo más que miedo a meterse en un lío, los tiempos de espera de pruebas, revisiones o rehabilitaciones no pueden demorarse sine die... Todo eso cuesta. También dinero público, ese que no es de nadie pero pagamos usted y yo.
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