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Joaquín Sabina lo canta así: «Hubo una epidemia de tristeza en la ciudad / Se borraron las pisadas / Se apagaron los latidos / Y con tanto ruido / No se oyó el ruido del mar / Mucho, mucho ruido…». Algo de eso ocurre con el ruido preelectoral en marcha ... que nos impide centrarnos en la reflexión sensata y siempre necesaria. Las tertulias nos inundan de opiniones a favor o en contra de unos u otros y en la prensa las columnas de opinión casi se escapan de la letra impresa. Son casi sonoras, tan apasionadas resultan en ocasiones.
Los mítines ya no se llevan. Han quedado anticuados. Los estrategas han llegado a la conclusión que se llega más y mejor a los votantes desde la pantalla de televisión, a través de las ondas, o de internet. Y en vez de contar personas, se miden audiencias para saber si Sánchez fue más aplaudido o si Núñez Feijóo despertó más atención. Los resultados son poco de fiar, porque los equipos de comunicación y marketing saben cómo rentabilizarlos con técnicas que les convierten en ilusionistas, creadores de espejismos, expertos en virtualidades.
En el fondo, la realidad se impone y de un ruido, casi un barullo, pasamos a una algarabía propia de acciones de las que afectan a la vida cotidiana de un pueblo, de una ciudad o de una comunidad autónoma. Así, mientras los candidatos desgranan sus argumentos, aquellos partidos que están tomando posiciones en sus nuevos puestos montan una auténtica bulla con sus decisiones que, en determinados sitios, están dándole la vuelta -de la mano de Vox-, a logros que creíamos irreversibles. ¡Qué ilusos!
Aquí la algarabía de lo que ocurre tiene como contrapunto el silencio que ejerce el PP donde pasan esas cosas. Así, se eliminan banderas del arco iris en instituciones, advirtiendo que se perseguirá a quienes no cejen en su actitud. O, de pronto, en un pueblo de la Comunidad de Madrid no hay presupuesto para una obra feminista clásica ya programada, de Virginia Wolf. O se cambian términos de todo punto imprescindibles, como la violencia de género sustituida por el concepto violencia intrafamiliar, o que el jefe de la extrema derecha diga que el Convenio de Estambul no va con él. Que lo que le interesan son los temas de aquí. Todo esto está pasando, y a lo que parece, continuará.
Un estudio de la revista científica Reports llega a la conclusión de que observar los pájaros y escuchar su canto eleva positivamente el estado de ánimo de las personas. A este paso, muchos se dedicarán a admirar a las aves, a escuchar su cantar, para camuflar el ruido, demasiado ruido, que canta Joaquín Sabina y que amenaza con ahogarnos si no se pone remedio.
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