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Para cruzar la moto en la carretera frente a un vehículo que se acerca a más de cien kilómetros por hora hace falta valor, mucho, y ese es un atributo imposible de fabricar. Más bien va de serie con el carácter. Lo que se entrena ... son las reacciones y los métodos con los que esa valentía se pone al servicio de los demás. Eso es lo que hace que un agente como Dámaso Guillén reaccione en segundos y tome la decisión de convertirse en un muro para salvar a un grupo de jóvenes que de otra forma hubieran quedado indefensos frente a un coche pilotado por un homicida. La declaración del individuo, que prefirió llevarse por delante a un guardia civil antes que frenar, no deja lugar a dudas de lo que hubiera ocurrido si el motorista no se hubiera plantado en mitad de la carretera para proteger a los ciclistas que iban tras él. Cualquiera con un mínimo de humanidad o de instinto de supervivencia hubiera frenado. Yago Troncoso no levantó el pie del acelerador. Empotró su coche contra la motocicleta del agente y lo mató. «Estaba haciendo mi trabajo», declaró tras su detención con una crueldad que estremece.

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