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La comunicación merece la consideración de periodismo cuando se realiza al servicio de los lectores. Esta es la convicción con la que EL COMERCIO ha reflejado 138 años de la historia de Gijón y Asturias. En la suma de conocimiento, talento y esfuerzo con la ... que se escribe cada número de un diario, el principal cometido de un director no es otro que salvaguardar ese objetivo en cada noticia como un compromiso insoslayable. Un periódico que en 1878 consagró a sus lectores como su razón de ser, reivindicó «una opinión pública informada como la fuerza que mueve las sociedades» y proclamó «ardorosamente» su independencia cuando aún se discutía el trazado idóneo para superar la 'rampa' de Pajares y los barcos surcaban el Canal de la Mancha bajo la amenaza de la piratería, no necesita quien reescriba sus principios. Demanda, en cambio, plena disposición a defenderlos con la firmeza que exige la confianza depositada en él por los asturianos. Para esta tarea no cabe mejor punto de partida que el ejemplo de quienes me han precedido y la confianza de contar con el respaldo de una Redacción con la que durante casi dos décadas he compartido el convencimiento de que nuestras mejores páginas han de ser las próximas. Sencillamente, porque quien nos lee no merece una ambición menor. La misma motivación ha llevado a EL COMERCIO a desarrollar de forma constante su oferta editorial y a su continua adaptación a los nuevos soportes digitales durante los últimos años, en los que el periodismo ha afrontado el reto de una revolución que en apenas dos décadas ha superado la suma de los avances alcanzados desde la mecanización de la imprenta. Al desafío de esta nueva era, las empresas de comunicación han respondido de forma dispar. El camino elegido por este periódico supone encarar el futuro con la mirada puesta en los requerimientos y las necesidades de sus lectores para facilitar con todos los recursos posibles el acceso a unos contenidos que no constituyen un simple producto, sino la materialización de un derecho fundamental. Este empeño no ha sido ajeno a las dificultades, coincidentes en gran medida con las que padece la sociedad asturiana. Aunque siempre han existido, las amenazas a las que se enfrenta el periodismo se han hecho en el contexto de los últimos tiempos más evidentes, atrevidas y sofisticadas. Siempre habrá quien pretenda reducir al periodista a un simple acarreador de datos o taquígrafo de declaraciones. Suele tratarse de aquellos que intentan ocultar lo que no les conviene que sea expuesto a la luz de la opinión pública o eludir las cuestiones que no les interesa contestar. Ocurría así cuando las máquinas de escribir ocupaban las mesas de las redacciones; también en este momento en el que la tecnología nos permite narrar el acontecer en directo. Entonces y ahora, nuestra responsabilidad ante los asturianos conlleva buscar las respuestas aunque las preguntas resulten incómodas y contar lo que ocurre con honestidad al margen de a quién le pueda resultar inconveniente. Ese deber contraído con cada uno de nuestros lectores solo puede llevar a la defensa del derecho a la información ante quienes intentan subordinarlo a sus pretensiones individuales o partidistas. Así lo entendieron quienes hace más de un siglo fundaron este periódico cuando marcaron un rumbo que no requiere golpes de timón porque su horizonte nunca ha dejado de ser el mismo: el interés general de los asturianos.
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