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Antes de que Paco Rabal interpretase al inolvidable señor Cayo, el director de la película, Antonio Giménez-Rico, se llevó al actor por los bares de Burgos para que aprendiese en la calle lo que no podía enseñarle el guion. El cineasta quería que el ... personaje reflejase una sabiduría que iba a darse de bruces con la arrogancia de unos políticos que creían saberlo todo. Algo parecido pudo verse en la política gijonesa en las anteriores elecciones. Fichajes estrella que aterrizaron incluso desde Madrid y que en algunos casos se estamparon contra una realidad para ellos desconocida aún hoy porque fueron incapaces de atender a nadie más allá del reducido círculo de los aduladores de ocasión. Pidieron el voto sin escuchar a quien querían convencer y los resultados fueron los conocidos. En esta ocasión, solo uno de los candidatos que optaron a la Alcaldía de Gijón en las anteriores elecciones repetirá al frente de la lista. Los principales partidos han procurado esmerarse. Han elegido perfiles muy distintos, pero al menos con un denominador común: el interés por demostrar a los ciudadanos que son de fiar.
Gijón es una ciudad fácil de querer, cabe pensar que no tan difícil de entender y en la que se concentran las miradas de la política asturiana. No solo por el resultado de los comicios municipales, también por el peso de su voto en las elecciones autonómicas. Quinielas hay para todos los gustos, en su mayor parte condicionadas por el interés de quien las hace. No faltan encuestadores ni politólogos de ocasión dispuestos a diseccionar las claves del disputado voto gijonés con tanto interés que llega a parecer que muchas otras cuestiones estuvieran resueltas de antemano sin falta de acudir a las urnas. Algo bueno tiene esta preocupación, aunque solo sea el reconocimiento que lleva implícito. Pero después de las elecciones, no bastarán las buenas palabras de la campaña, que resultan gratis. Desde el gobierno e incluso desde la oposición -los electores decidirán el lugar para cada uno- Gijón requiere un proyecto capaz de traducir en hechos no solo lo que la ciudad espera, sino también lo que Asturias necesita de ella, que es mucho.
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