No lo tienen fácil los políticos para competir este verano con la playa y la piscina. La convocatoria a las urnas para el 23 de julio, una fecha insólita, les ha impuesto una campaña contra reloj bajo la canícula. Y por más ocurrencias que le ... echen al fuego, los sufridos votantes, recién salidos de unas elecciones autonómicas y municipales, andan más interesados en programarse las vacaciones que en leerse los programas electorales o acudir a los mítines. No pocos, con su decisión tomada, han decidido enviar su voto por correo, tan convencidos de su elección como de que poco les va a cambiar la opinión lo que digan los candidatos en los días previos a los comicios. Sin embargo, es en el caladero de los indecisos y los desganados donde los partidos necesitan echar sus redes. Con las consecuencias que están a la vista.

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Aún no ha comenzado la campaña y todos los candidatos han entrado a codazos en televisión, con frecuencia en programas donde la política no supone uno de sus contenidos habituales, pero con elevadas cifras de audiencia. Las caras de los carteles electorales han desplazado en la pantalla a los famosos de temporada. Además del esperable repaso a los rivales, el formato obliga a los candidatos a alternar, en algunos casos con brillantez y en otros con menos éxito, entre la figura de líder y la de cantante de gira. Lo que no es malo por necesidad, aunque sólo sea porque les exige salir de sus espacios más confortables y asumir un cierto riesgo. La competencia por televisión con la hora de las cañas y los conciertos les impone un cambio de registro en el que lo mismo cabe ajustar cuentas con los tertulianos que repasar los gustos musicales o valorar el atractivo personal de sus adversarios políticos. Menos divertido que este flirteo con el riesgo del ridículo es el espectáculo cotidiano de convertir cada asunto en un asalto a la bayoneta. No habrá concesiones a la alta política en esta campaña porque la batalla es también por la supervivencia personal y ninguno está dispuesto a ahorrar munición contra el adversario ni tensión a los sufridos ciudadanos en sus vacaciones. Al ganador le quedará la tarea de apagar las llamas de la crispación. Y mucho trabajo.

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