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Carmen Moriyón ha iniciado su mandato con un objetivo claro. Borrar en cuestión de días polémicas que duraron años. En menos de tres semanas, el paseo del Muro ha vuelto a ser lo que era, la controvertida ordenanza de movilidad ha terminado en la papelera ... y la feria taurina ha regresado. Una declaración de principios: cumplir lo prometido. Y una intención: dejar a un lado todo aquello que mantenía la ciudad en tensión, fracturada en dos bloques incapaces de preocuparse de otra cosa que no fuera batallar sobre lo que se perdía. Tanto fue así, que ni siquiera proyectos de consenso como la ampliación del parque científico lograron el reconocimiento que merecen. Pero un alcalde sabe bien que una cosa es resolver los problemas y otra muy distinta construir una ciudad. No hacen falta muchos planes para cambiar la faz de una ciudad, pero sí deben ser ambiciosos, sólidos y trascendentales. Y llevan un tiempo que no conviene perder. Esta es la razón que ha llevado a la alcaldesa a aceptar la propuesta de estación que el anterior gobierno le dejó en herencia. Sabe que reabrir el debate de la ubicación no llevaría más que a dilapidar otros cuatro años en una obra que acumula décadas de retraso. Lo que ahora necesita el plan de vías es la convicción de llevarlo a cabo reflejada en los Presupuestos del Estado. Lo demás son cascabeles para despistar y mover papeles para hacer como que se hace algo.

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elcomercio Una apuesta de ciudad