Las administraciones en su conjunto son maquinaria pesada. Esto es, tardan mucho en moverse y lo hacen de manera lenta. Yo diría que muy lenta. Es lo que está pasando a nivel municipal, autonómico o estatal con el fin de la pandemia. A todos nos ... ha cabreado el nivel de atención ciudadana durante las sucesivas oleadas víricas. Teléfonos que suenan eternamente y nadie los coge, gestiones que tardan meses en realizarse o tener que sacar una cita previa para todo. Modalidad esta última que tal parece la fórmula perfecta para eludir el contacto con la gente. Mientras antes acudías a una oficina, cogías un número y eras atendido por el funcionario de turno; las medidas contra la covid-19 impusieron tener que concertar una fecha y hora previa. Fórmula, insisto, que es completamente desmoralizante para el ciudadano. Muchos hemos tenido que esperar durante meses para entregar un simple papel, debido a que el calendario estaba completo. Eso sí, desconocemos cuánto margen de tiempo se daba entre cita y cita. Me temo que muy grande. Así, claro, resulta imposible que la imagen de lo público no acabe dañada. En otras palabras, cunde la sensación de que pagamos nuestros impuestos para que nos apliquen la ley de las lentejas: si quieres las comes y si no, las dejas.
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A nivel autonómico tenemos más de 43.000 trabajadores. Dado que el Principado va a eliminar las restricciones sanitarias en breve, desconocemos si esta ingente masa laboral seguirá aplicando los mismos criterios que en la actualidad. O sea, si acudiremos a una ventanilla cualquiera después de tener que esperar por un día determinado, para después tener que escuchar eso de «vuelva usted mañana». Desgraciadamente, los antecedentes no son buenos. Pese a que la incidencia del virus fue menguando paulatinamente, la atención presencial en la sanidad asturiana jamás se recuperó. Recibes, claro, una llamada del médico para certificar tu estado de salud. Exactamente lo mismo que pasa a nivel municipal, donde los trámites para la concesión de licencias son desesperantes. Por tanto, desconocemos qué pasará en esta nueva normalidad que se nos avecina. Si seguirán nuestros funcionarios a su ritmo o bien comenzará a moverse esa maquinaria pesada a la que antes aludíamos. En cualquier caso, veremos cuál puede ser ahora la excusa para no retomar el contacto con el ciudadano que, sin duda, en la empresa privada está plenamente vigente.
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