Según la patronal de la construcción, en Gijón existe un grave problema burocrático. La Confederación Asturiana de la Construcción (CAC-Asprocon) aseguró en su asamblea anual que «hay más de 100 millones de euros en volumen de inversión sin tramitar o en una tramitación que ... está siendo muy larga». Dicho en otras palabras: tenemos un atasco monumental a la hora de conceder licencias. Algo que es conocido por el Ayuntamiento y que en septiembre intentó corregir cambiando los métodos de trabajo. La propia alcaldesa, Ana González, admitió que se habían concedido permisos que llevaban esperando, ojo, dos años. A fuerza de ser honestos, hemos de decir que no es solo un problema local, sino que afecta a muchos otros municipios. En nuestro caso si cabe, la cosa es peor puesto que venimos de la casi paralización de la actividad al carecer de marco legal. Todo ello, debido a la anulación y posterior redacción del Plan General de Ordenación (PGO) que fue aprobado finalmente en 2019. También es cierto que la pandemia ha ralentizado lo que ya era lento. Esto es, cualquier obra -incluso las más simples de mantenimiento o reparación- sufre los rigores de esta 'nueva normalidad' administrativa. La atención presencial es escasa, con cita previa y larga espera por ella. Es más, ser respondido ante una consulta o petición cualquiera lleva consigo un retraso épico. En algunos casos, desesperante para quienes tienen que padecerlo.

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Nuestro Ayuntamiento tiene más de 3.000 trabajadores. Hablamos, pues, de la mayor empresa del concejo en cuanto a número de empleados. A partir del 1 de enero su jornada está en 35 horas semanales. Algo que solo se puede permitir lo público, puesto que el sector privado bastante tiene con sobrevivir al coronavirus. En el Principado, superan los 40.000 y siguen creciendo por unas causas u otras. Tenemos, por tanto, una administración que no da a abasto, pese a que sigue aumentando en lo que a personal se refiere. Bueno sería que desde el Consistorio -igual que está haciendo tímidamente la parte autonómica- se planteasen una reorganización. Quizá esta pandemia ha puesto en solfa una estructura demasiado antigua y encorsetada. Procedimientos del siglo pasado, trámites duplicados e innecesarios, junto con solicitudes de información redundantes, son algunos de los ejemplos que sufren quienes navegan por los mares de la burocracia. Desde luego, es necesario engrasar esta maquinaria pesada.

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