Lo dice el viejo refrán: año de nieves, año de bienes. Por lo que se ve, tras esos días de frío extremo y demás incomodidades que traen consigo los blancos copos y el resbaladizo hielo, vienen épocas de bonanza, primaveras prósperas, generosas cosechas, y 'perres ... asgaya'. Dinerín que circula y que por tanto mejora las cuentas de otros, que tan sólo vieron la nieve caer de lejos o a través de sus ventanas. Son las cosas de la economía circular, esa especie de milagro que nos enseñaron en la escuela y que cada vez parece menos circular y más vertical, a juzgar por la creciente concentración de la 'tela' en el mundo. Más manos para currar, pero menos para apañar esos 'trapos' caídos del cielo y convertidos en floreciente 'cash', poderoso caballero Quevediano.
Publicidad
Por estos lares asturianos la nieve se ve ya poco, evidencia del inminente cambio climático que nos da de lleno en nuestras narices, pese a que algunos se sigan tomando el asunto a broma. Lejos queda lo del Picu San Martín teñido de blanco por Navidad, o los inviernos con la sierra del Aramo cubierta de cabo a rabo. Los 'sigloveinteros' contamos historietas de cuando se esquiaba todo el invierno en las cotas bajas de Pajares, en aquella Picarota donde ahora pacen las cabras todo el año, mientras nuestros hijos y nietos, que acabarán catando sólo nieve virtual a este paso, se ríen de nosotros. «Ya está el güelín con sus batallitas», dicen. «Espera, que ahora viene lo del cine a doce pesetas».
Lo cierto es que a mí, que viví una temporada lejos de la costa y con nieve por los tobillos en ocasiones, me pasa como al famoso argentino en Toronto. Si no saben de qué les hablo, tecleen esto en Google y les garantizo que se reirán un rato. Al principio todo es muy bonito y muy bucólico, con el muñeco de nieve, los nenes jugando a las bolas, la chimenea, el ciervo y esas cosas. Pero al igual que al argentino, que se quebró una 'gamba', abolló el auto y llegó a maldecir al bicho aquel cornudo, a mí la nieve me mosquea cuando anda por casa. Con hielo por el suelo todo acaba quedando sucio, embarrado, lento y complicado. Además, con el kilowatio como está, tengamos la fiesta en paz, que el frío es para los jóvenes y para los accionistas de las energéticas, pero no para el fulano que se pasa el día en la calle. A este dale sol y calor, que ya se buscará el solo la sombra.
Supongo que a muchos como a mí, a los que una nevadona ni les va ni les viene, unos copos les podrán traer a la memoria montaña, amigos, buenos momentos, y copiosas cenas. Veo un manto blanco y visualizo un forfait, colas, labios de colores y gente disfrazada. Qué complicado es eso de ir a esquiar, la de cosas que hay que meter en la maleta. Ropa de deporte, prendas de vestir, miles de calcetines y, ahora, hasta un casco. Dónde los habré dejado, aquellos dichosos guantes. Lo de los preparativos para irse a la nieve, aunque sólo sea unos días, es una lata. De hecho, lo son casi todas las tareas previas al momento en que te empiezas a deslizar cuesta abajo. Ahí es cuando uno piensa que toda la parafernalia anterior mereció la pena. A medida que cumples años, la 'ventana' de forma física se va estrechando y cuando antes apurabas el forfait hasta que te echaban, ahora buscas un buen garito al cabo de un rato donde descansar las 'gambas', que no están aún quebradas, pero poco les falta.
Publicidad
Luego viene el 'apres ski', el relax en cristiano, que para muchos siempre fue lo mejor, y ahora entiendo cuánta razón tenían. En resumen, esta actividad consiste en quitarse las malditas botas (lo mejor del día), higienizarse un poco, beber un barril de lo que sea, y comerse una vaca entera. En nuestro grupo, cada cual esquía lo que le place, mas el 'apres ski' es religión, se lleva a rajatabla. Liderados por un 'pro' del chigre y la barra, un Paquito Fernandez Ochoa de las cantinas da terra, vamos dejando arcones vacíos y bodegas diezmadas. Ríanse del caballo de Atila, pobre jamelgo comparado con nuestra manada. Ni hierba, ni migas, ni nada. El talante es inmejorable, sobre todo tras la pitanza, ya que por entonces las preocupaciones de cada cual, sus angustias o turbios pensamientos, quedan por la altitud anulados. Ese es el momento cumbre de nuestra 'sociedad de la nieve', tomando prestado el exitoso título cinematográfico, aunque mucho más agradable en este caso. La peña está cansada, feliz, y saciada. La poca energía que queda se consume en carcajadas. Parecemos hasta mansos, como algún inocente viene a recordarnos. Nadie se altera entonces, pues el comentario es tomado casi como un halago. Al fin y al cabo, mansedumbre es igual a educación, buen carácter, paciencia y, sobre todo, años. Años que de esta forma, tan amigable y plácida, van pasando. Gracias, sociedad.
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.