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Ya tenemos palabra del año, qué bien. La FundéuRAE nos obsequia en el 2023 con 'polarización', que no puede ser más acertada, a la vista de las varias acepciones que se le pueden dar a la palabrita en cuestión. Este año, competía con otras que ... nos hemos cansado de oír, tales como amnistía, euríbor, macroincendio, seísmo, humanitario o ultrafalso, por poner algunos ejemplos de las finalistas que andaban por ahí, anhelando subir al pódium literario. A mí casi me gustaba más 'ultrafalso', ya que nos hemos atiborrado de ella en los últimos tiempos, por tierra, mar y aire. La gente ahora lo llama 'fake', que es lo mismo pero en inglés, para hacer de la trola, la patraña o el tangue, algo un poco más digerible. Lo ultrafake está de moda, porque cada día nos duele menos que se rían de nosotros en nuestra propia jeta, que ya va criando callo, endurecida a base de bofetones a la verdad.
Bienvenida, por tanto, polarización ¿Cómo se dirá en euskera? Polarizazio, me cuentan, y aprovecho para dar con ella título a esta columna, en homenaje a los pobres pamplonicas. Otros años, el premio se lo llevaron expresiones como emoji, confinamiento, vacuna o inteligencia artificial, pero en esta ocasión nos hemos vuelto más sofisticados, y hemos optado por una palabra que supondrá un pequeño Everest logopédico, ya que vocalizarla es como una montaña rusa. Solo falta que el año siguiente nos propongan algo como 'internacionalización', una palabra que cada vez que he de pronunciar (me toca de vez en cuando por razón de mi oficio) entro en pánico, o directamente me trabo a la mitad, incapaz de salir de su laberinto.
Volviendo a la palabrita del año, reconozco que me agrada, pero no precisamente en el sentido por el que ha sido elegida. En teoría, polarización significa «división en dos bloques con posiciones enfrentadas», pero a mí me interesa más por otra de las posibilidades que da el juego de palabras. Quiero decir que por lo que me gusta es por su acepción de lo polar. Me refiero a las zonas de frío extremo, donde la pelona todo lo vuelve escarcha, y aparece el castañeo de dientes, esa insufrible temblequera que te hace menguar lo blando. Cuando el grajo vuela bajo, según el viejo refrán. Tengo la impresión de que como nuestros políticos sigan enredando, preocupados tan solo por sus propios asuntos privados, y continúen olvidándose de lo importante, que no es otra cosa que el interés general (o los problemas de la gente en román paladino), nos puede caer una 'polarización' encima, que ni con iglús calefactados vamos a poder soportar.
En los últimos meses, el desempeño de los servidores de lo público parece estar limitado a sus luchas por el poder, cálculos electorales, pactos secretos, y demás contubernios. Aparecen así mediadores, amnistías, territorialidades, privilegios y cosas así, por doquier. Expresiones que bien podrían optar a la palabrita del año, aunque solo fuera por la de veces que nos las hemos tenido que tragar. Me da que, de tanto ocuparse de estos enrevesados conceptos, a los dirigentes patrios se les van olvidando los votantes, que son los que les ponen la cama. Un claro ejemplo lo tenemos con las recientes noticias de las ayudas fiscales para el año 2024, anunciadas tarde, mal y nunca, en medio de la Navidad para pillarnos adormilados. Ahí las tenemos, medidas 'sociales' con subidas impositivas en el gas y la electricidad a todo quisqui, para bien empezar el año. Mucho progreso, sí, pero para unos más que para otros. Una vuelta de tuerca más en los recibos domésticos, y fandangos y alegría para los que las deciden. Olé y olé. Que se lo pregunten si no al presidente de la junta de Andalucía, que estará encantado con su auto subida de sueldo de un 18,8 % para el 24.
El panorama de lo político pinta por tanto polarizado de frío, según lo veo. Para empezar, el flautista de Hamelín y su banda, de trola en trola y tiro por que me toca. Luego, los peperos con un líder que parece bien intencionado, pero con dudas cada vez más palpables de que pueda con la vieja guardia, que por ahí sigue, apoltronada. A continuación, Sumar y su grupeta, con sus melodías tan sociales como superficiales, entre conjuntitos, casoplones y puñaladas. Junto a éstos anda Vox, que pocas dudas quedan ya a estas alturas de que trabajan para el flautista, pues cada vez que abren la boca, éste muta a más guapo. Y cerrando la comitiva, en el pelotón de cola, el fin de fiesta: los indepes, batasunos y demás banda, haciendo de sus capas sayos, y tirando de paso la nuestra por el barro. Así lo percibo, y por eso digo 'chapeau', que lo de la gélida polarizazio, sin tilde, me parece un vocablo de lo más acertado. Al fin y al cabo, polar es el clima que reina en los extremos de nuestros hemisferios, esos lugares llamados No Man's Land por los expedicionarios, latitudes inhóspitas para el hombre. Espacios sombríos, ásperos e implacables, en las antípodas del mundo cabal y civilizado , y a años luz de cualquier Pacto de Estado.
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