Y nos fuimos enterando, a través de los medios, de que los principales representantes del Gobierno del Principado no acudirían este año a los actos de celebración del Día de Asturias en Covadonga. Por vez primera, nuestras autoridades (¿nuestras?) han decidido no aparecer por el ... santuario el 8 de septiembre. Ni la delegada del Gobierno, ni el presidente de la región, ni el de la Junta General. A ver quién es el guapo, o la guapa, que queriendo hacer carrera en el partido, tiene los arrestos de dejarse ver por la basílica. Quizás con narizotas y peluca, y de puntillas, que aquí el que no cierre filas ya sabe lo que le espera.

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La razón para esta espantada es que, al parecer la homilía, no sería de su agrado, pues las ideas allí expuestas no encajarían con su manera de pensar o de entender la sociedad. Dicho de otra forma, que los representantes de todos los asturianos al parecer han de acudir solamente a actos públicos en los que lo que se exponga concuerde fielmente con sus ideas. Lo que escuchen ha de parecerles bien, y el contenido de lo visto y oído ha de agradarles, con independencia de que el mensaje venga acompañado de moral, ética o, simplemente, de legalidad.

Asturias es tierra de contrastes, y de división de opiniones. Los hay de izquierdas y de derechas, de sidra o cerveza, de piragües o toros, del Sporting o del Oviedo o de capital o sucursal, por poner algunos ejemplos. Lo nuestro da para mucha discusión de chigre. Pero hay unas pocas cosas que nos unen, o al menos lo han hecho hasta ahora. Y una de ellas, grabada a fuego en nuestros corazones, es la devoción por nuestra Santina. Recordarán que hace unos años se dijo que Cela le había faltado el respeto, y a pesar de resultar falso, se armó la de Dios, con perdón. Los asturianos no negociamos con este asunto, pues entendemos que nuestras raíces, nuestra tradición y cultura no admiten bromas. Ni nuestra fe, para quien lo sienta así. Se podrá enredar con el fútbol, el bable, les fabes o las corridas, pero con la Santina, no. Entonces funcionamos como una armada invencible, para todo aquel que quiera tener la fiesta en paz. Hasta este año.

Supongo que cualquier persona moderada y con una pizca de sentido común se dará cuenta de que en esta vieja Europa de la que formamos parte se está imponiendo el viejo principio de acción-reacción. El radicalismo genera más radicalismo en sentido contrario. Si no, basta echarle un vistazo a países que nos rodean para observar el crecimiento de partidos que aprovechan el hartazgo de la ciudadanía. Por aquí ya se vio hace bien poco, en las elecciones europeas con Se Acabó la Fiesta, que de modo asombroso sacaron unos cuantos cientos de miles de votos sin tener ni tan siquiera un programa electoral. Unos desconocidos con una pizca de tirón en redes sociales, y directos hacia Europa, para bochorno patrio.

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Me temo que el cierre de filas de nuestro Gobierno regional ante lo que al parecer consideran mensajes hostiles, por ser contrarios a su credo social particular, no va a traer nada bueno. Ni a Asturias, ni a sus paisanos, ni a ellos mismos, por lo que se está viendo. La cerrazón y el revanchismo acaban trayendo vientos huracanados, al menos eso nos cuentan los libros de historia. Una Historia que comenzó hace trece siglos en Covadonga, corazón de Asturias y cuna de la reconquista, y que, ahora, los nuevos predicadores de la única verdad social pretenden rebajar a precio de saldo porque no les gusta lo que dice un cura, y tanto fervor popular.

Los que hemos pasado años fuera siempre nos hemos sentido unidos a nuestra tierra visitando Covadonga para ver a la Santina. Subimos entre la bruma a la cueva, en silencio, para encender allí una vela recordando a un ser querido. Son esas cosas de la asturianía que tenemos impresas en nuestro ADN, y que cada cual vive a su manera, pero siempre desde el respeto a Nuestra Señora, el amor, el cariño o la simple simpatía. Elijan ustedes, que cabemos todos. Esta tradición, que tanto peso tiene entre nuestras gentes, debería ser mejor calculada por las élites políticas, cimentadas en arcilla y no en roca caliza. O, dejando de un lado la retórica, y para que se me entienda bien: me parece un gran acto de soberbia y una enorme torpeza ausentarse de una celebración tan grande porque les piten los oídos. Si tan delicados los tienen, asistan con tapones o tómense una tila antes del acto, que para eso les pagamos, y les traerá más cuenta. Hay asuntos que ni el más 'gallu', o 'galla', se pueden pasar por el forro. La grandeza de nuestra Santina es infinita, y también su paciencia; pero ojito a la del votante, resignado súbdito del Principado. Con las cosas de comer no se juega, por mucho que uno esté a dieta. Bendita la Reina de nuestra montaña.

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